Enrique Darío Lamas
Es un alivio, un aligeramiento, confesarse. Si fuese creyente concurriría a una iglesia. No lo soy y entonces molesto a mis amigos contándoles algunas cosas. Total, son tan pocos los que en el día de hoy se interesan por leer, que pienso que estos asuntos no trascenderán del Círculo al que pertenecemos.
Es un alivio, un aligeramiento, confesarse. Si fuese creyente concurriría a una iglesia. No lo soy y entonces molesto a mis amigos contándoles algunas cosas. Total, son tan pocos los que en el día de hoy se interesan por leer, que pienso que estos asuntos no trascenderán del Círculo al que pertenecemos.
Primera.- Nunca me imaginé viejo y todavía no lo consiento, pese a que hace poco cumplí 40 años por segunda vez . Esta mayoría de edad me ha traído problemas de orden social .Se producen en mi barrio donde entro y salgo hace ya tantos años . Vecinas hay que apenas me saludan y noto en sus rostros un rencor algo sordo que se puede traducir con una pregunta...¿porqué este hombre sigue vivo?
Es cierto que han muerto en estos últimos años, algunos vecinos de mi edad o quizás menores, maridos, tíos o que se yo de esas señoras. Los jóvenes que me conocen desde hace mucho siempre me preguntan :"¿Cómo está la salud , Don Enrique?" .Mi respuesta a toda voz es :"Bien. Gracias.".Eso al parecer, no les agrada.
Por supuesto que con nadie repaso mis achaques y no tienen que enterarse que si me tomo una copa de vino, el ataque de gota que me acecha me clava sus dientes de lobo. Hay un vecino que tiene más suerte en eso. Pasa muy seguido a la cantina conocida como "El Cobre " y allí se excede, pues ya tiene la piel como sopaipilla pasada. Es un viejo flaco que anda con las piernas arqueadas para no caer al suelo cuando camina. Es el último viejo que me queda en la absurda competencia ideada en este barrio para dirimir quien estirará primero la pata.
Es cierto que han muerto en estos últimos años, algunos vecinos de mi edad o quizás menores, maridos, tíos o que se yo de esas señoras. Los jóvenes que me conocen desde hace mucho siempre me preguntan :"¿Cómo está la salud , Don Enrique?" .Mi respuesta a toda voz es :"Bien. Gracias.".Eso al parecer, no les agrada.
Por supuesto que con nadie repaso mis achaques y no tienen que enterarse que si me tomo una copa de vino, el ataque de gota que me acecha me clava sus dientes de lobo. Hay un vecino que tiene más suerte en eso. Pasa muy seguido a la cantina conocida como "El Cobre " y allí se excede, pues ya tiene la piel como sopaipilla pasada. Es un viejo flaco que anda con las piernas arqueadas para no caer al suelo cuando camina. Es el último viejo que me queda en la absurda competencia ideada en este barrio para dirimir quien estirará primero la pata.
Segunda .-Los que estuvimos en casa de María A. Villegas y conocimos aspectos de su biografía de su libro "El pasado visto con mis ojos",quedamos con la sensación de que la realidad que llamamos el pasado, se puede alejar, mantener a raya, diciéndole: tú estás allá y yo aquí .
Pienso que eso no es verdad. El pasado es la única realidad que conocemos .Llamamos presente a una delgada línea ,que siempre está despegándose del pasado, pues somos cual surfistas deslizándonos sobre esa realidad que se nos viene encima a cada segundo. Con la muerte individual es entonces el presente el que muere. Se muere la conciencia que mantiene el equilibrio entre lo que hicimos y lo que hacemos. .Morimos también a cada instante cuando reflexionamos pues allí no tenemos conciencia de ese acto.
Pienso que eso no es verdad. El pasado es la única realidad que conocemos .Llamamos presente a una delgada línea ,que siempre está despegándose del pasado, pues somos cual surfistas deslizándonos sobre esa realidad que se nos viene encima a cada segundo. Con la muerte individual es entonces el presente el que muere. Se muere la conciencia que mantiene el equilibrio entre lo que hicimos y lo que hacemos. .Morimos también a cada instante cuando reflexionamos pues allí no tenemos conciencia de ese acto.
Tercera . Mi varonía tiene aún el privilegio de sentir la atracción por lo femenino. Aunque mi fuego se haya apagado, alguna brasa debe quedar porque aprecio el giro, el gesto, el aire y el donaire, la sutil vibración que emana de las mujeres. A mi mirada apreciativa ellas contestan con una leve sonrisa. Seguro que en casa comentarán :"pero a este viejo todavía no se le quita ..." Juro que no es lascivia y no puedo expresarlo con pocas palabras.
Cuarta confesión: Tengo una vida secreta en un espacio mental ilimitado. Si me lo permiten hablaré de ello en otra ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario