domingo, 27 de febrero de 2011

Confesiones


                                     Enrique Darío Lamas

         Es un alivio, un aligeramiento,  confesarse. Si fuese creyente concurriría  a una  iglesia. No lo soy y entonces  molesto  a mis  amigos  contándoles  algunas  cosas. Total, son tan pocos los que en el día  de hoy se interesan por leer, que  pienso  que  estos  asuntos  no trascenderán  del Círculo  al que pertenecemos.
               
Primera.- Nunca  me  imaginé  viejo y todavía  no lo consiento, pese a que  hace poco  cumplí  40  años  por  segunda  vez . Esta  mayoría  de edad  me ha traído problemas  de orden  social .Se producen  en mi barrio  donde  entro  y salgo hace  ya  tantos  años . Vecinas hay  que  apenas  me saludan y noto en sus rostros  un rencor  algo sordo que  se puede  traducir  con  una pregunta...¿porqué  este  hombre  sigue  vivo? 
          Es  cierto  que  han  muerto en estos últimos  años, algunos  vecinos  de  mi  edad o quizás  menores, maridos, tíos  o  que  se  yo  de  esas  señoras. Los  jóvenes  que  me  conocen  desde  hace  mucho siempre  me  preguntan :"¿Cómo  está  la  salud , Don Enrique?" .Mi  respuesta  a  toda  voz  es :"Bien. Gracias.".Eso  al parecer,  no les  agrada.
           Por  supuesto  que  con nadie  repaso  mis  achaques  y  no tienen  que  enterarse  que  si  me  tomo  una  copa  de vino, el ataque  de  gota  que  me  acecha  me  clava  sus dientes  de lobo. Hay  un vecino  que  tiene  más  suerte  en  eso. Pasa  muy  seguido  a la cantina  conocida como "El  Cobre " y  allí  se  excede, pues ya  tiene  la piel  como  sopaipilla pasada. Es  un viejo  flaco que  anda  con  las  piernas  arqueadas para  no caer  al  suelo  cuando  camina. Es  el último  viejo  que  me  queda  en la absurda  competencia ideada  en este barrio para  dirimir  quien  estirará  primero  la pata.
         
 Segunda .-Los  que  estuvimos   en casa  de  María  A. Villegas  y  conocimos   aspectos  de  su biografía  de  su  libro "El pasado  visto  con  mis  ojos",quedamos  con  la  sensación  de  que  la realidad  que llamamos  el pasado, se puede  alejar, mantener  a  raya, diciéndole:  tú  estás  allá  y  yo  aquí .
           Pienso  que  eso  no  es verdad. El pasado  es  la única  realidad que  conocemos .Llamamos  presente  a  una delgada  línea ,que siempre  está  despegándose  del pasado, pues  somos  cual surfistas deslizándonos  sobre  esa  realidad  que  se nos  viene  encima  a cada  segundo. Con  la  muerte  individual  es  entonces  el  presente  el que  muere. Se  muere  la  conciencia  que  mantiene  el equilibrio entre lo que  hicimos  y  lo  que  hacemos. .Morimos  también  a cada  instante  cuando  reflexionamos  pues  allí  no tenemos  conciencia  de ese  acto.
               
Tercera .  Mi  varonía  tiene  aún  el privilegio de sentir la atracción  por lo  femenino. Aunque  mi  fuego  se  haya  apagado, alguna  brasa debe  quedar porque  aprecio  el  giro, el gesto, el  aire  y  el donaire, la  sutil  vibración  que emana de las mujeres. A  mi  mirada  apreciativa ellas  contestan  con  una  leve  sonrisa. Seguro  que  en casa  comentarán  :"pero  a este  viejo  todavía no se le  quita ..." Juro  que  no  es  lascivia  y  no  puedo  expresarlo  con  pocas  palabras.
              
Cuarta  confesión: Tengo  una  vida  secreta   en  un  espacio  mental  ilimitado. Si  me  lo  permiten  hablaré  de ello  en  otra  ocasión. 



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