Nos
hicimos amigas en el colegio. Al año siguiente mis padres me cambiaron “a un
establecimiento mejor”, como ellos decían. Pero nos seguimos viendo con la
flaca, ella iba seguido a mi casa y a veces me quedaba en la suya.
Carreteábamos juntas, pero siempre fuimos muy distintas. A mi me gustaba el
rock pesado y a ella, nunca lo tuve claro solo sé que le gustaba bailar y
siempre cantaba “Paramar” de los Prisioneros. También la flaca a esa
temprana edad había experimentado cosas que yo no, siempre iba muy segura a
conquistar a un mino, en cambio a mi me daba un poco de plancha. Me paso con
Pablo; la flaca me lo presentó un día, ellos eran amigos. A mi me gustaba mucho
pero siempre estaba mi amiga de por medio, y al final nunca paso nada con él.
Luego
entré a la universidad, ella se embarazó y tomamos rumbos distintos. Ella decía
que ahora que estaba en la universidad andaba más estirada. No era así, también
tenía mis problemas.
Un
día me encontré con Pablo en las afueras de la biblioteca nacional. Nos dimos
un fuerte abrazo, hace mucho tiempo que no nos veíamos. Me invitó a tomar algo,
conversamos por largo rato y cuando los dos estábamos pasados de copas, él me
confesó que yo le gustaba cuando íbamos en el cole, pero siempre la flaca
intentó separarnos. “Cómo, si éramos amigas, ella no haría algo así”… me fui
pensando en lo que me había dicho Pablo y me acordé de todas las veces que no
se comportó como mi amiga… de las veces que me levantó un mino o cuando
insinuaba ser más linda que yo. La verdad, nunca me intereso el tema de la
belleza. Siempre pensé que existían cosas más importantes, nunca fue tema. No sé
por qué no lo había visto antes… quizás nunca fuimos muy amigas. Recordé un día
que la visite y no me sentí cómoda, ya no hablábamos de las mismas cosas,
nuestras vidas eran muy distintas. Siempre fuimos diferentes, pero esa vez sentí
que un abismo de historia se interponía entre las dos. No sé que nos distanció
pero Pablo tenía razón en que los dos nos gustábamos en la adolescencia y siempre
estaba esa barrera entre él y yo.
Nos
vimos con Pablo, una, dos, tres veces en un bar, después de clases, en un
motel, en su departamento, en el mío. Cada vez que pudimos. Y lo mejor, ya no
estaba la flaca del cole. Si alguna vez volvió a preguntar por mi, yo no
respondí.
Connie
Tapia Monroy.
Círculo Literario de Maipú
sinalefa25@hotmail.com
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