Anclado en
esta ventana
un
caracol contempla
los
minutos
ese
universo
detrás
de aquellos vidrios.
El
escritorio, libros
la
taza del café, libros
el
retrato del payaso, libros.
Un
caracol contempla
a
la mujer
con
el gato,
Apolo,
verdes
ojos.
Sabe
el caracol
que
su desnuda pequeñez
no
alcanza para llenar
tanto
espacio.
Contempla
el
lápiz
que
desliza
signos
dorados
sobre
aquel papel.
Arden
sus entrañas
de
animal,
en
una lágrima
amarilla
se bañan.
Lee,
por
única vez
en
su lenta vida
lee:
Anclado en esta
ventana
un caracol
contempla
los minutos.
El año del
tigre
Miro
aquel espejo, mayo me devuelve
imagen
de nieve,
ceniza
por boca.
La
ciudad duerme
cuando
el unicornio
extiende
brazos.
Junio,
un espejo de escarcha,
fuego
muerto, soy moradora
hecha
reflejo, dueña
de
aquel luminoso
reino.
Habito espejo
con
aguas que deslizan
agonizante
belleza
en
agosto.
La
mañana de febrero regresas,
amor,
miras aquella cóncava
superficie,
recuerdas
mujer
de pardos ojos,
enero,
San Felipe,
hija
de Berta y Juan,
madre
cuando abril
regala
árboles
amarillos,
abuela
en julio
y
octubre.
El
viento fantasmal
derriba
una sombra
y
su desnudez.
Septiembre,
los pájaros ensayan
viajes.
El ciruelo
es
aquel señor
de
verde traje.
En
el espejo nunca es primavera,
no
existe marzo,
noviembre
es un color
prisionero
que
arrastra cadenas
de
vidrio.
La
alegría, diciembre
vive
más allá de mi espacio.
Al
final de los errores
agonizo
madrugadas.
Dando
el alma tumbos
se
hunde
en
la bravura
de
los años.
Paloma verde
Hacia
la orilla de tu mar navega mi barca,
este
pecho desordena
nubes,
alborota
el
viento,
abrazo
hogueras nocturnas,
boca
huérfana
muerdo.
Alderamín
nos ve al borde
del
precipicio,
espía
gemidos que caen
a
tu cama,
la
sangre entona aquella melodía
enjaulada,
recobra
libertades
en
estas manos.
Mis
senos acaricias,
soy
luciérnaga oscura, un vuelo
de
fuego recorre piernas.
En
el vértice de tus sueños
duerme
esa
paloma
verde.
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