En un lugar de Latinoamérica
de cuyo nombre sí quiero acordarme, vivía un presidente que dicen que murió,
pero está presente las veinticuatro horas del día. Para bien o para mal se le
recuerda. Las calles y aquellos murales, programas de televisión, escritos
encendidos, consignas lanzadas en el metro, todo esto y mucho más es el inmenso
corazón del comandante Hugo Chávez Frías que palpita en el país al ritmo del
joropo.
El Décimo Festival Mundial
de Poesía nos trasladó a Caracas, experiencia que ninguno de los cinco poetas
de la Sociedad de Escritores de Chile olvidará. Edmundo Herrera, Ana María
Montalva, Guadalupe Becerra, Sabina Cortés y yo, Emilia Páez, tuvimos el
privilegio de participar en este evento que partió el día dieciséis de junio
para finalizar el veintidós del mismo mes.
Nos fuimos el quince de
junio de madrugada al aeropuerto. Las maletas con libros, sueños y ropa.
Cuentan las malas lenguas que Edmundo llevaba tantos libros que lavó todos los
días porque dejó la ropa en casa. Yo creí que iba a regresar sin el peso de
algunos textos que regalaría en Caracas, pero la generosidad de los venezolanos
fue mayor y volví con más libros.
Partimos como para una
guerra porque los agoreros de siempre dijeron que en Venezuela estaba la
grande, no había qué comer y hasta el papel higiénico escaseaba. La televisión
chilena también puso lo suyo. Nosotros sabíamos que el derechista Capriles
desde hace tiempo orquesta una campaña sucia para desestabilizar el gobierno
del presidente Nicolás Maduro, pero nos preocupamos y por si las moscas, como decimos en Chile, pusimos galletas,
almendras, maní, pasas y algunos rollos del dichoso papel. Por otra parte, una
peluquera dijo que nos íbamos a morir de calor, porque allá caían los patos asados, ya que la
temperatura era entre treinta y ocho y cuarenta grados. Alguien agregó que
Caracas era una ciudad tan, pero tan peligrosa que nos iban a robar hasta los
zapatos. Amigos míos, a más de alguno le parecerá un poco cursi lo que voy a
escribir aquí. Con Ana María pensamos que sí, los venezolanos son unos ladrones
porque nos dejaron sin corazón.
Lo que nadie nos contó fue que el presidente Maduro recibió el
reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) por haber realizado
progresos en la lucha contra el hambre y que viajó a Roma para recibir este
reconocimiento, y para asistir a una audiencia con el papa Francisco, y
reunirse con el presidente italiano, Giorgio Napolitano.
Nunca ocupamos los
comestibles, ya que Alejandro Silva, Productor General del evento, nos llevó al
Hotel President, allí éramos los regalones de los mozos que tuvieron hasta la
gentileza de prepararnos el plato tradicional de Venezuela, pabellón criollo
(porotitos negros, carne mechada, arroz y plátano frito). Una exquisitez. Hago
mención especial de Douglas y David, un tesoro de mozo diría Ana María, yo me
quedo con la amabilidad y simpatía de
ellos, el hacernos sentir como en casa.
Un invierno maravilloso
regaló temperaturas de no más de veintiocho grados. La lluvia alguna vez nos
atrapó, pero sin el frío de nuestro Chile.
El Ministerio del Poder
Popular para la Cultura y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello organizó
el festival cuyo inicio fue el domingo
dieciséis de junio en la Galería de Arte Nacional, a las once de la
mañana.
El Décimo Festival Mundial
de Poesía, Canto Común, fue un homenaje al comandante Hugo Chávez, el más
nuestro de los nuestros, le llaman los venezolanos. También se honró a Chelías
Villarroel, José Antonio Escalona Escalona, fallecido este año y Carlos César
Rodríguez, tres poetas populares de gran trayectoria.
La bienvenida estuvo a cargo
de William Osuna, Presidente de la Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés
Bello.
Durante el transcurso del
festival leímos en distintos lugares de Caracas y del estado de Miranda.
Destaco el teatro Teresa Carreño, uno de los más importantes de Latinoamérica y
la Biblioteca Nacional.
Larga es la lista de poetas
internacionales que participamos en el evento. Acá no hay triunfadores como en
Viña del Mar. Sin embargo, debo contarles que todos fuimos ganadores, los
poetas conocimos un país solidario que vive una revolución con todos sus
problemas y avances. El público, por otra parte, se conecta gratuitamente con
la poesía, música, baile, cine.
En lo que a mí respecta,
mostré mi trabajo en seis lugares y debo confesar que en el teatro Teresa Carreño
sentí pánico escénico, el cuerpo se me enfrió y con la garganta apretada pensé
que iba a tener, además, dificultades para llegar hasta el micrófono porque no
veía. En el momento de mi participación anduve tres pasos y me devolví a mi
silla, asustada, en ese instante alguien gritó: "Adelante, Chile" y
eso bastó. Caminé y leí sin problemas. Después supe que fue Edmundo Herrera el
que me alentó con su grito. Gracias, amigo.
Tuve el honor de compartir
escenario con diversos poetas en el transcurso del festival. Nombro a algunos;
Shen Wei (China), Xóchil Schultz (Alemania), Seung Ho Choi (Corea del Sur),
Laxmi Shankar Bajpal (India), Safaa Hathot (Palestina), Enrique Bacci
(Uruguay), Ami Karim (Francia), Rubén Reyes (México), Alejandro Cabrol
(Argentina) y Luigi Cinque (Italia). Entre los venezolanos, menciono a Humberto
Gómez García, Carlos Britto, Juan Chávez, Aracelis García y la Batería de
Poetas Avanzadoras de Monagas: Ana Anka, Carmen Vera, Daniela Martínez, Rosalba
Maestre, Yoconda Correa, Ana Karina Martínez y Elena Asturias.
Me vine con una frustración
menor entre tanta cosa buena. Yo admiro al poeta argentino Hugo Mujica, él
estaba en el festival, sin embargo no coincidimos en el hotel ni compartimos
escenario. Lo vi de lejos y escuché su lectura como público en el teatro Teresa
Carreño. Perdí la oportunidad de hablar con él y obsequiarle mi primer libro,
El viaje, en éste coloqué algunos versos de Mujica como un homenaje al
destacado poeta.
Mucho más podría contar.
Fueron once días plenos de actividad. Algunas veces éramos simples turistas.
Cuando no teníamos que leer nos escapábamos para conocer a la gente y la
ciudad, mezclándonos con los venezolanos comunes y corrientes, muchos hablaron
del presidente Chávez, que les enseñó a valorarse como personas y recuperar la
dignidad. Cuando encontrábamos algún disidente le contábamos que acá en Chile
no teníamos educación ni salud gratuita. Nos miraban y partían en silencio. Tal
vez no creían que en nuestro país todo es un negociado.
Estimados lectores, antes de
finalizar quiero hablarles de los artesanos del Hotel Alba. Estábamos mirando
en un local y uno de ellos me pidió que les recitara. Accedí y comencé: Anclado en esta ventana
un caracol
contempla
los minutos... y así desgranaba mi poema hasta que de repente miré y
había bastante gente. Escuchaban con respeto,
quedé en blanco y no pude seguir. Ellos
tan gentiles, igual aplaudieron. Alguna vez
bromeando una de las artesanas me cobró la parte del poema que les debía. Después nos
pilló la máquina, no pude ir a despedirme
y lo siento tanto.
Quisiera agradecer a una de las artesanas que me regaló aquel hermoso marcapáginas de metal, ahora lo uso en mis presentaciones, gracias a la Embajada de Venezuela, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a Alejandro Silva, quién siempre estuvo ayudándonos, a la Sociedad de Escritores de Chile y a Ulrike Sánchez, Humberto Gómez García y Max Efraín Pérez por el regalo de sus libros . Sé que de algunos me habré olvidado en estas notas, pido disculpas. Desde la emoción y la añoranza, escribo. Muchas gracias.
Emilia Páez Salinas.
Maipú, 21 de agosto de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario