Tres
fenómenos estructurales que presenta la economía nos parecen puramente
modernas. La verdad es que son muy antiguas aunque con algunos rasgos
distintos. Comencemos con la globalización, que consiste fundamentalmente en
una intensificación de las relaciones
económicas y comerciales entre los pueblos y se habla de totalidad en el
sentido que nadie queda fuera del intercambio. Hay productos, entonces, que es
posible encontrar en todos los mercados, sean ellos: útiles, ropas, teléfonos,
y miles de otros que podemos enumerar, pero que se conocen con el nombre de
mercancías. En tiempos antiguos, el fenómeno de globalización también ocurrió
con Marco Polo, con Cristóbal Colón, Alonso Pinzón, los fenicios, griegos,
romanos, persas y sus conquistas y también con los árabes, que fue un
renacimiento oriental, mientras en Europa transcurría la oscura y cerrada Edad
Media. Cuánta envidia tendrían esos antiguos de haber sabido la instantaneidad
y velocidad que la electrónica e internet proporcionan a los negocios, a las
informaciones y a las transferencias.
Otro
es el fenómeno de la concentración de los capitales en pocas familias, que es
posible observar desde los tiempos del Imperio Egipcio y en todas las clases dominantes,
sean ellas realezas, principados, noblezas, burguesías, determinadas a través
de la historia como minoría enriquecida y dominante y otra mayoría dominada,
pobre, sin progreso hacia el futuro. Son las tradicionales clases sociales en
las que se establecía una dinámica (o dialéctica según Hegel) que desde los
tiempos tribales se resolvía violentamente en la que los poseedores eran
desposeídos y asesinados y el circuito criminal proseguía en sentido inverso.
Las revoluciones tienen esa impronta, pero en concentraciones de población ya
más numerosas y con regímenes autoritarios que provocaban la rebeldía, la
rebelión. Las clases dominantes se fueron haciendo cada vez más astutas y
mediante recursos legales, militares, financieros, montan un poder fáctico. En
los tiempos actuales, a causa del sistema democrático, se ha instalado entre
ambas clases un colchón que retarda o impide el choque. Son los sectores
medios, conocidos también como clase media.
De
acuerdo al acontecer histórico, el planteamiento comunista de fin de la lucha
de clases, es irreal. Una sociedad sin esa dinámica de enfrentamiento de
intereses es una utopía: es una sociedad paralítica.
Los
filósofos alemanes, como Spengler, que adjudican al ente sociedad un alma,
quizás no adivinaron que el karma de esa alma-sociedad, se supone civilizada,
son las matanzas entre las clases sociales.
Un
estudio de economistas bancarios señalan que en Chile, como en todos los países
del mundo, hay familias que controlan la economía. Ricardo Lagos, hace medio
siglo, en su estudio sobre la concentración económica, los llamada grupos
económicos. Hoy se prefiere el apelativo de familias. El asunto que destacan es
que un 1% de la población del país, cautiva más del 30% del producto bruto del
erario. Lo anterior establece uno de los rangos más brutales de desigualdad en
el mundo. Se señala que unas 6.500 familias establecidas en Chile, disponen de
un millón de dólares a lo menos, como excedente, cash o neto o disponible,
fuera de monos (sean éstos propiedades, automóviles, etc.) Se calcula que
tienen a su disposición unos 90.000 millones de dólares. Todo ello fruto de los
buenos negocios, como por ejemplo, el de las AFP. En ellas, los trabajadores
que ahorran para una futura jubilación, entregan una suma anual de 4 a 5
BILLONES de pesos. Sin embargo, las administradoras no les garantizan ni
siquiera el aumento del IPC y los dineros son prestados a través de las
instituciones financieras a los mismos ahorrantes para comprar viviendas, para
el consumo y otros bienes, con un interés verdaderamente usurario. Basta
conocer las espectaculares ganancias de las instituciones bancarias, cada año.
¿Qué
hacer en un sistema democrático?
Si
descartamos la matanza y la apropiación violenta de esos dineros, un sistema de
impuestos más justo, significaría un ingreso al presupuesto de, a lo menos,
9.000 millones de dólares, esto es un 10% sobre esos 90.000 millones de
dólares.
Lo
increíble de todo esto es que los electores de la gran mayoría sometida, eligen
y reeligen representantes que van al Congreso y que en lugar de revertir la
situación impositiva, legislan para la continuidad de los privilegios de la
clase dominante.
¡Si
se decidiera hacer un monumento a la tontería, sería más enorme de una pirámide
del Antiguo Egipto!
El
tercer fenómeno que obedece a la ley del pastoreo, rodeo y encierro de ganado,
es la concentración de las mercancías y por lo tanto de los consumidores en los
lugares ad hoc. Basta recordar en la Antigüedad los templos ubicados en colinas
como el de Jerusalem, donde para llegar al lugar de culto a los dioses, ubicado
en la parte más alta, debía atravesar por gigantescas ferias
agrícola-ganaderas. Esta práctica se continúa hoy en nuestro país con
celebraciones religiosas como: la Virgen del Rosario en Pelequén, la Fiesta de
la Tirana, la Virgen en Lo Vásquez y otras.
En
estos días tecnológicos, toda la sinergia del sistema capitalista se concentra,
se nidifica en polos energéticos para producir la constante renovación de la
ideología y la práctica del sistema a través del consumo en el interior del
mismo. Los centros para esta gran aspiración de los hombres como seres en el
mercado, el sumo referente de la intelectualidad rumiante y el quehacer
cotidiano, son los MALLS.
El
mall es un huevo capitalista, reproductor de fortunas, y llena los espacios
espirituales del nuevo ser humano. En ellos se encuentran todos los productos
ideados para consumirse, mediante imágenes repetidas y televisadas hasta el
cansancio, hasta producir el espíritu consumista, provisto de una ansiedad por
tenerlos o tenerlas, probarlas, degustarlas, admirarlas, usarlas, conseguirlas
para satisfacer la estética, la dietética, la gastronomía, desde los Mac
Donalds que chorrean grasa, hasta los restoranes para gourmets. Todo ello junta
a la arquitectura moderna y que ofrece comodidad a la clientela de peluquería,
lencería, bisutería, joyerías, los cines… y en sus espacios chicos y grandes
encontrarán la diversión, el paseo y mucho más.
Han
logrado crear la ciudad mal. Más aún, la metrópoli mal. Las ciudades
artesanales quedaron en el pasado. Sin embargo, los productos de las pymes son
ofrecidos y ofertados en las grandes tiendas del retail. Esto no para aquí. Las
grandes concentraciones de consumidores requieren espectáculos y artistas de
moda que se deben presentar en recintos, sean arenas, estadios, lugares de
peregrinación, estaciones culturales, centros de eventos y de turismo,
Al
parecer, todo habla de progreso, pero el ritmo de funcionamiento depende de los
grandes centros internacionales y se observa esto en la adaptación, ampliación
de puertos, aeropuertos, carreteras. Sin entusiasmarse porque los vaivenes de
la economía mundial dan siempre coletazos.
El
quid ontológico del hombre de hoy es de un ser atrapado en el mercado. Afuera,
encuentra la nada existencial y a veces, el suicidio.
Enrique Lamas
Morales