sábado, 31 de diciembre de 2011

TRISTEZA IMPOTENTE




Gustavo Adolfo Olate




Tengo las manos tristes, con esperanzas inconclusas y sollozos de un pueblo que muerde su impotencia.

En mi peregrinar se oyen gritos rotos y se hunden espinas infinitas. He recogido las miradas de niños que duermen cubiertos de nubes o de estrellas y que luego mueren en jardines de tarros vacíos y gatos macilentos.

Mi sonreír, marchito de caminatas solitarias, tiene hambre de mujeres que nunca colorearon sus mejillas,

Mis pensamientos recuerdan ilusiones de esas que amamantan a sus hijos con promesas cansadas.

Sendas polvorientas y ansiosas de tiempo tengo en mi frente, sendas que agolpan amarillentas hojas de mil derrotas. Cada uno de esos fracasos une mi pasado de ansiedades con un futuro pleno de inquietudes.

Mis naves llevan en sus bodegas los gemidos de quienes humedecen con sudor y sangre quebrantada los campos de mi patria. Y muchos de ellos llevan siglos luchando por recuperar sus tierras.

Mis ojos se han hundido en socavones malditos raptando realidades oscuras, sin que nadie lo supiera.

Ninguno de esos seres que recorren la tierra vio mi llanto ni oyó mis gritos por una real justicia y menos discriminación social. Por noches enteras han oído los cielos los gritos de un pueblo moreno que se adueña de los siglos y de nuestra historia.
Las arterias de mi cuerpo muestran llantos de una raza que cabalga en camanchaca hacia el futuro. Esos brazos rotos, cocinas apagadas y estómagos empequeñeciéndose.

Sobre las lágrimas y hambre de mis hermanos, otros construyen banquetes y sonrisas brillantes.

Yo también sé de espejos opacos y de aguas turbias. Mis espejos han visto reuniones de grandes vocabularios y precios exorbitantes. Esas aguas turbias que conozco han lavado palabras de los amos del mundo. Llevan esas aguas fango y escoria, muros denigrantes y águilas hambrientas, monopolios y manifiestos incumplidos, estepas, torres gemelas y pentágonos. Y los pueblos sufren.

Cuando brille el arado por sobre las reverencias y la pluma derrote a la espada, entonces, sólo entonces mi lucha bajará a descansar en la simiente y vivirá para siempre en cada una de las piedras que riega mi patria.





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