sábado, 31 de diciembre de 2011

COMENTARIO DE LIBRO






EL CEMENTERIO DE PRAGA

de Umberto Eco

Random House Mondadori S.A. 2010


Biblioteca Municipal de Maipú.

Novela – 587 pags.

Buen título para coger desprevenidos a los interesados en conocer más historias de este famoso cementerio y otros iconos de la ciudad dorada, que no encontrará aquí.

Estamos en marzo de 1897 y el capitán Simonini, piamontés ya anciano instalado en un sucio barrio antiguo de París – no tocado por Haussmann, - nos indica que lleva un diario por sugerencia de un judío austríaco (Freud). Sus memorias abarcarán la segunda mitad del siglo XIX.

Primero se pregunta “¿A quien amo? No me pasan por la cabeza rostros amados. Sé que amo la buena cocina; sólo con pronunciar el nombre de La Tour d’Argent experimento una suerte de escalofrío por todo el cuerpo. ¿Es amor?”

En cuanto al odio, en eso se explaya.

En primer lugar, describe su odio contra los judíos inculcado por su abuelo, quien le aseguraba:

..el judío, además de vanidoso como un español, ignorante como un croata, ávido como un levantino, ingrato como un maltés, insolente como un gitano, sucio como un inglés, untuoso como un calmuco, imperioso como un prusiano…..” y recuerda que en su infancia era amenazado con la aparición de un judío buscando un cuerpo tierno de niño para sacrificarlo en sus ritos.

Tampoco le tiene simpatía a los alemanes: “El abuso de cerveza los vuelve incapaces de tener la menor idea de su vulgaridad, pero lo superlativo de esa vulgaridad es que no se avergüenzan de ser alemanes


Se llenan la boca de su Geist, que quiere decir espíritu, pero es el espíritu de la cerveza, que los entontece desde jóvenes, y explica por qué, más allá del Rhin, jamás se ha producido nada interesante en arte, salvo algunos cuadros con unas jetas repugnantes, y poemas de un aburrimiento mortal.

Los franceses le merecen algunas opiniones: “ No aman a sus semejantes, ni siquiera cuando les sale a cuenta. Nadie es tan maleducado como un tabernero francés; tiene todas las trazas de odiar a sus clientes (y quizá es verdad) y de desear no tenerlos (y eso es falso, porque el francés es codicioso hasta la médula). ………….Es el único pueblo que ha mantenido ocupados a sus ciudadanos durante varios años en eso de cortarse la cabeza unos a otros, y suerte que Napoleón consiguió canalizar su rabia hacia otras razas, movilizándolos para destruir Europa.”

Cierto es que adoptó la nacionalidad francesa el mismo, pero lo explica:

“ Si me he vuelto francés es porque ya no podía soportar ser italiano. El italiano es de poco fiar, vil, traidor, se encuentra más a gusto con el puñal que con la espada, mejor con el veneno que con el fármaco, artero en los tratos, coherente sólo en cambiar de pendón según sople el viento………Claro, es que los italianos se han modelado sobre los curas……..”

Luego sigue una larga descripción peyorativa de éstos, continuando con “ Los peores de todos, sin duda, son los jesuitas…..” y sigue con éstos hasta terminar con las mujeres: “ He leído al doctor Tissot, sé que son perjudiciales incluso de lejos”


Esta historia está escrita a la manera de los folletines populares en el siglo antepasado, abunda en ilustraciones, incluyendo caricaturas de revistas de la época e incluso un par de obras de Daumier y se centra en la invención de documentos basados en una “conspiración judeo-masónica” destinados a servir los intereses políticos y económicos de varias naciones. La trama parece una maraña de imposturas, espías dobles, sociedades secretas, conspiradores internacionales, asesinatos a sangre fría y sótanos repletos de cadáveres. Sin embargo los personajes citados son en su gran mayoría verdaderos, a excepción del protagonista y los hechos narrados por él, eximio falsificador de documentos, ocurrieron realmente, no sabemos exactamente si tal como lo relata o como se supo a través de la prensa o escritores de la época. Se puede decir que se trata de una novela histórica narrada por un protagonista no sólo ficticio, sino que tiene la facultad de desdoblarse en un cierto capellán. También toma parte un narrador. La impostura principal de Simonini se basa en creencias antisemitas, heredadas de su abuelo real.

Asistimos pues, a parte de la unificación italiana, la conspiración de los carbonarios en Italia, sucesos del Segundo Imperio y la Tercera República en Francia, Guerra Franco-Prusiana, el caso Dreyfus, etc.

(Aprovecho de citar una novela que fue muy difundida por su carácter romántico: “Mis prisiones” de Silvio Pellico (carbonario) , donde éste relata sus días de prisionero del gobierno austríaco.)

Copio el siguiente pasaje en que Umberto Eco se refiere a los lectores de su obra:

(...) estoy convencido de que nos ganaremos también a otros dos grupos de lectores: para empezar, al que no sabe que esas cosas pasaron de verdad y ni siquiera conoce la literatura del siglo XIX, ese que se ha tomado en serio a Dan Brown y disfrutará algo sádicamente de una invención perversa, incluida la figura del protagonista, que he procurado convertir en uno de los personajes más cínicos y antipáticos de toda la historia de la literatura. Y luego, a ese otro lector que sabe o intuye que le estoy contando cosas que de verdad ocurrieron, y que de pronto nota gotas de sudor en la frente, se vuelve para ver si hay alguien a sus espaldas, enciende todas las luces de la casa y sospecha que eso podría volver a pasar, o que está pasando ya; ese lector que va a pensar: «Están aquí, entre nosotros…», o eso al menos es lo que yo espero.



Muy cierto, si recordamos las informaciones que corren sobre el Clan Bilderberg, los Illuminati, los atributos colgados al sionismo y otros grupos amparados en el secretismo y cierto aura de dominación internacional, mezclados – como siempre – con un manto de satanismo que le cuelga el temor popular.


No hay comentarios:

Publicar un comentario