viernes, 30 de septiembre de 2011

JOSE MIGUEL VARAS





Desde su inesperado-aunque apacible - fallecimiento, han escrito muchos escritores, amigos, periodistas, colegas. Sólo puedo agregar mi acercamiento personal a través de su imagen, escritos e influencia.

Si bien su nombre era conocido desde temprano para alguien de su misma generación, llegó con renovada fuerza desde enero de 1974, cuando asumió la conducción de ese memorable programa radial que fue “Escucha Chile”, de Radio Moscú. Precedida por el vibrante sonido de campanillas que interpretaba nuestra canción nacional nos llegaba a diario la voz de Ekaterina (Katia) Olevskaia denunciando lo que ocurría en Chile durante la dictadura. Voz entusiasta, musical, hablaba en perfecto castellano con el dulce fraseo propio del ruso. Ese programa era el nexo para saber lo que estaba realmente pasando en el país, por encima de las mentiras tramadas por el régimen que nos oprimía, una ráfaga de oxígeno para soportar la situación en espera de su caída.
José Miguel Varas permaneció allí hasta 1988, cuando le fue autorizado el regreso después del exilio.

De pronto, me pareció que era un escritor demasiado notable para no haberlo leído nunca. Calzó justamente con la aparición de su novela “El correo de Bagdad” de la cual aparecieron elogiosos comentarios. La compré y la leí de un tirón. No solo eso; al cabo de unos meses, la leí otra vez. Se me “pegó” el lenguaje de uno de los personajes: un profesor checo de lenguas romances, que escribe cartas en un estilo muy especial y que suena en extremo cómico y a la vez familiar. Es como escuchar cuando algunos extranjeros hablan el español con otra sintaxis. No sólo eso: algo en la lectura de ese libro me instó a viajar a Praga y conocer de una buena vez esa “ciudad dorada” que tantos alaban. Por supuesto, partimos mi hija y yo - quien también leyó la novela – premunidas de la manera de hablar de tal personaje. Tanto fue la sincronía que al descubrir, en un baño del castillo de Praga, una inmensa araña equilibrándose en una puerta, exclamamos a dúo: “¡una checa araña!”. En cuanto al personaje principal: El Huerqueo, al comienzo me pareció un tanto exagerado hasta que me encontré con un ex estudiante de economía, haciendo postgrado en Ginebra, un chico formal y de peinado marcial, transitando con shorts, sandalias y una larga trenza a la espalda, ceñida la frente con una franja a telar, aferrado a una identidad que hasta ahora le había sido ajena.

En la siguiente Feria del Libro de Santiago, vi al autor firmando sus libros en un stand. No pude evitar el dirigirme a él y felicitarlo por ese “Correo de Bagdad” que me había hecho pasar tan buenos momentos. José Miguel Varas me miró con cara de pregunta en sus grandes ojos oscuros, quizá pensando “otra vieja loca”.

Después leí sus cuentos y me asombraron por su naturalidad, por la sensación de que estaban escritos a “vuela pluma” sin esfuerzo ni “efectos especiales”.

Finalmente, en el año 2007, fue invitado a la Biblioteca de Maipú y tuvimos ocasión de escucharlo, hacerle preguntas e intercambiar impresiones con él, revelándose como una persona sencilla, directa, cercana, dejando la ilusoria sensación de que siempre “iba a estar ahí”…


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