viernes, 30 de septiembre de 2011

CRONICA DE ENRIQUE LAMAS





                     A veces la inteligencia  y  el sentido común  se  divorcian.
   
                     Son  dos de los  componentes de la mente  humana  que  es esencialmente  cazadora, exploradora, conquistadora.
                      
                     Mientras  la inteligencia procesa información, compara, indaga, analiza  etc. en este  ejercicio  se  separa  de la cotidianeidad. El sentido común en cambio, está  atento  al peligro y es el cable  a tierra conectado a las necesidades corporales. Por tanto asegura la continuidad de la vida personal.
                    
                     Le sucede  a los jóvenes que  se abstraen por  horas  en  internet o con los auriculares puestos  para entender o memorizar  los datos informativos o la música  u otras  atracciones ,tanto que  llegan  con estas actividades intelectuales  a un punto de fatiga .Ahí  el sentido común tironea  a  la inteligencia  y le dice :”debes alimentarte”  o  “es necesario que descanses, que duermas, porque  dependes  de un organismo que  se nutre  y renueva con el descanso”
                     
                    Hemos lamentado la pérdida  de vidas  y los accidentes  de personas ensimismadas  que no alcanzan a reaccionar en el cruce de calles o  de  los que conducen pendientes  del teléfono portátil.
                     
                    Personalmente  me ha sucedido ir caminando abstraído sin darme cuenta quién pasa al lado mío  o por donde voy y repentinamente  al doblar una  esquina  encontrar  aspectos  de una calle  nunca vistos .Allí el sentido común me detiene y  me  induce  a  reconstituir  el recorrido hasta  que  logro orientarme .
                     
                   En algunos comics  hay personajes  que representan  estos  hechos  como  el inventor  o  el giro  sin tornillos . Justamente  el  tornillo caído  o perdido es  el  sentido  común.
                     
                   En ocasiones  toda  la  sociedad aparece  como deschavetada por  no reaccionar  a tiempo  ante  grupos  que  proyectan soluciones muy  estudiadas y con recursos y programas coherentes  como sucedió con el Transantiago. Un diseño perfecto con las variables computarizadas, hecho  en muchos  escritorios que  termina  en  un fracaso. Tarde  apareció  el sentido común  para hacerles  comprender  que  el estudio  debió  empezar  con  una consulta ciudadana que  habría  aclarado que  la partida  estaba  en las  necesidades de  transporte  de  los pobladores y en los recorridos que  estos precisaban para llegar hasta  los  lugares  de trabajo.
                     Hay  muchos  pecados por  el estilo en que  aparecen descuidos  básicos. Poco  después  del terremoto  del año  pasado, las  regiones  centrales  del país quedaron  a oscuras  durante  muchas  horas aumentando  la intranquilidad  de los habitantes .El blackout  se produjo  en el sur por  un transformador  que  colapsó .Quedó  ahí  de manifiesto  la precariedad  del  tendido  eléctrico  en altura .Sin embargo ahora  quieren  llevar  a cabo el  proyecto de  Hidroaysén que supone cientos de kilómetros más de cableado.
                       
                     Pensemos  lo que  sucedería si unos pocos terroristas dinamitaran  una  o dos  torres. Paralizarían  el país, sería  el caos.
                       
                     En la hora presente  inquieta la cultura de guerra permanente de nuestras fuerzas armadas .De ellas  sentimos orgullo por su tradición, pero  no nos sentimos  conformes con su dialéctica  de ruleta rusa, del todo o nada, de estar siempre al borde del precipicio, al filo de la catástrofe. Es doloroso recordar la tragedia de Antuco .Los oficiales mantenían un  proyecto de instrucción militar de fortalecer la capacidad de resistencia  en situaciones adversas .Esto llevó  a  la muerte  en una marcha forzada  en la nieve a 40  soldados que no contaban con el equipamiento  térmico  para sobrevivir en la  helada  cordillera . En estos días lloramos por la caída del avión militar en el archipiélago de Juan Fernández. Veintiún  pasajeros de lo más selecto y valioso  de nuestra gente en una misión de entrega, de solidaridad  con los  isleños,  embarcados  en un avión militar que debía aterrizar si o si, porque  no tenía combustible  para  regresar al continente.
                        
                      En tiempos de paz  los militares no pueden levantar el lema  de “o vivir con honor o morir con gloria”  y convertir todas las acciones  en proezas, en actos  de arrojo  y valentía. Vivir con honor  es  también vivir sin riesgo y no hay cobardía en cautelar las vidas humanas.
                       
                      Es una tragedia absurda y era totalmente  evitable.
                       
                      A veces  la inteligencia  y el sentido común  se divorcian  para  nuestra  desgracia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario