viernes, 30 de septiembre de 2011

Inspiración



Patricia Franco Muller


        ¿Qué es inspiración en la literatura o entusiasmo creador? ¿Cómo se abre la compuerta que permite su entrada en escena? A juzgar por los temas que con mayor frecuencia se tocan entre las personas aficionadas a poner sus sensaciones o experiencias en palabras, parece ser que los sentimientos negativos predominan. Es así como la muerte de personas cercanas, la separación, el amor no correspondido, la evocación  de la juventud lejana o la felicidad perdida, - dentro de los temas autoreferentes – y la violencia, injusticia, corrupción, la guerra o la paulatina e inexorable destrucción del planeta, dentro de los temas sociales, dominan el conjunto. En cambio, son más escasos los escritos relacionados con la alegría o contentamiento, como aparecen en las primeras obras de Rafael Alberti o las odas de Pablo Neruda. Puede  que los acontecimientos trágicos que afectan al sujeto lo “inspiren” a describir las emociones sentidas como respuesta o, si son demasiado abrumadores para abarcarlos de inmediato, pasará algún tiempo hasta que se esté en condiciones de volver a recogerlos.
         
        La inspiración puede surgir de la contemplación de la naturaleza, de la música, los perfumes, la sensibilidad extrema provocada por ciertas substancias y traducirse en un estado de euforia, en un cúmulo de sensaciones que puede ser muy difícil, si no imposible, representarlas en un texto. Las palabras no siempre bastan, se necesita un conocimiento bastante profundo del idioma para fijar sólo con unas letras sobre el papel todo un mundo de imágenes que aparecen en un segundo. Es por eso que al revisar el intento se siente tal frustración por la pobreza del resultado, que muchos renuncian a continuar.
        
       Para otros, la inspiración es el conjunto de ideas que surgen como chispazos ante cualquier estímulo, son anotadas rápidamente para que no desaparezcan  y forman la base del próximo texto que será trabajado más adelante cuando las condiciones lo permitan.
         
      También el instalarse a escribir tiene sus ritos propiciatorios  de acuerdo a las manías de cada uno. Puede ser para algunos un lugar tranquilo, libre de ruidos, con el humo perfumado (o repelente) de unas varillas de incienso elevándose al cielo raso hasta hacer sonar la alarma de incendio, mientras otros logran la más estimulante de las inspiraciones al ritmo enloquecido de música rock a todo volumen. Los medios van desde un escogido bolígrafo de punta extra fina para el aficionado a la caligrafía, cuadernos de papeles refinados, casi artesanales, servilletas de restaurante, lápices a medio comer, máquinas de escribir que funcionan de milagro hasta el computador último modelo (situación  ésta extremadamente transitoria). Hay que reconocer que los usuarios del último instrumento tienen claras ventajas: menor esfuerzo físico, corrector automático de errores ortográficos, diccionario de sinónimos y otras gracias.
        

        Pero doña inspiración tiene sus altibajos. Entre sus características está el desaparecer sin dejar mensaje, pese a todos los sahumerios destinados a hacerla volver al buen camino. O aparecerse con tales despropósitos que la autocrítica del sujeto termina por despedirla a patadas y dedicar sus energías al fútbol. Pero lo cierto es que sin ella, no se puede escribir nada creativo. Quizá resulte un buen informe del tiempo o una persuasiva carta de reclamo por los hoyos del pavimento. Pero hasta la redacción de una estrategia de ventas necesita de esa chispa vital que viene de  no se sabe dónde, aunque hay quienes insisten que se aloja en el hemisferio derecho del cerebro y aparece cuando nos liberamos por un momento de las trabas mentales del sentido común.

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