domingo, 5 de mayo de 2013

LA MUJER DE LOT





La gente se divertía a morir en Sodoma y también en Gomorra, por cierto, hasta que las cosas fueron subiendo de tono, Jehová lo supo, se enojó y se dispuso a planear un castigo sonado. Pero no podían pagar justos por pecadores, de manera que eligió al único rescatable, al honesto Lot, para que huyera del lugar junto a su familia, antes de la debacle final. Eso sí, puso condiciones: pasara lo que pasara, nadie debía mirar hacia atrás durante la huida. Quien lo hiciese, se convertiría en estatua de sal.

Partieron pues, la misma noche del anuncio. Mientras avanzaban a toda marcha, una horrísona explosión se escuchó en las ciudades condenadas y el cielo se volvió rojo. Apuraron el paso, pero la mujer de Lot, llena de temor y también de curiosidad, se detuvo un instante y miró hacia atrás, así como quien no quiere la cosa. Lo que vio, la hizo abrir los ojos con espanto; intentó volverse y correr con los demás, pero no pudo, había quedado paralizada y su cuerpo se endurecía sin remedio. Nada pudo hacer el bueno de Lot por su mujer. Tampoco podían llevarse el cuerpo por miedo a una maldición. Se les vino a la cabeza el dicho popular: el muerto al hoyo y el vivo al bollo y no habiendo tiempo para lo primero, los vivos se echaron el pollo.

Pasó el tiempo y la hierba volvió a crecer en las ciudades víctimas de la ira de Jehová, sin que de ellas quedara ni un mísero ladrillo. Pasó también una vaca, la que, porsiaca, pasó la lengua por el cuerpo de la mujer de sal. Le gustó. Las demás reses que por ahí pastaban, acudieron a la novedad y comenzaron a lamerla desde los tobillos hasta el pecho.
Pronto no quedó de ella más que la base, una columna elegante de lo que había sido un cuerpo algo rechoncho, rematada por los hombros y la cabeza.

Cierta mañana, acertó a deambular por esos lados, un grafitero de la época, provisto de un tarrito de pintura y una brocha, porque faltaban siglos para adelantos tales como el spray. Miró lo que quedaba de la mujer y recordando lo escuchado a los cantautores locales, pintó la siguiente inscripción, bajo el busto de la dama. “A misis Lot, homenaje del pueblo a una víctima de la represión”. Dio un paso atrás y admiró el primer busto de la historia. Pronto crecerían como callampas, porque era un sistema práctico y barato para recordar a alguien, sin tanto gasto de material. Llegaron unos mirones, tras ellos apareció el alcalde y terminaron por armarle una placita alrededor, previo discurso y cóctel de inauguración.

El rostro de la mujer conserva una expresión de horror, nadie sabe lo que vio, no hubo testigos para contarlo. Pero se dice que llegará el día en que su castigo sea levantado y pueda hablar, pero también otros dicen que será en el instante mismo en que todo termine por explotar porque el planeta que nos tocó está siendo arrasado por la manga de langostas que resultamos ser los humanos y Jehová está que truena y capacito que se le ocurra cerrar definitivamente el boliche e irse con la música a otra parte.

Patricia Franco

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