domingo, 5 de mayo de 2013

Identidad y espacio en la minificción ciudadana: Santiago en 100 palabras y los (no) escritores.

Lorena Díaz Meza
Sea Breve. III Encuentro Chileno de Minificción.
01 de junio del 2011.



     Santiago en 100 palabras es la manifestación literaria más grande a nivel de microficción que actualmente, existe en Chile. Se trata de un concurso literario que selecciona cada año los 100 mejores microcuentos enviados, para ser publicados en una antología y en distintos medios escritos y visuales (postales, exhibiciones dentro del Metro de Santiago, separadores de página, entre otros). A este concurso han llegado más de 285.000 relatos de distintas partes de Santiago, y de Chile.
     La minificción encierra un tesoro en materia de estudios académicos; análisis, interpretación, simbolismo, hipótesis, hibridismo y mezclas culturales, además de un sinfín de temas que la avalan como ‘un nuevo género’. Este texto pretende trabajar la ficción ciudadana y, por medio de ella,  llevar a la búsqueda de la identidad nacional (o urbana) a través de un imaginario colectivo e individual que va configurándose a lo largo de los años en los distintos textos del Santiago en 100 palabras. La identidad, así como el imaginario se van dando por medio del espacio, pues cada cuento encierra un trozo de ciudad que examina y entrega como una fotografía social, cultural y personal del entorno.

     Santiago en 100 palabras está lleno de (no) escritores. Pero ¿A quiénes se les denomina como tal? Los (no) escritores a los que acá se alude, se han bautizado así porque son aquellos individuos que no siendo escritores de oficio ni dedicando su tiempo, vida y trabajo a la escritura ni a las letras, se animan a tomar el lápiz y a armar una estructura lógica de cuento breve. Donde además muestran contenido, simbolismo e intertextualidad con otros aspectos de la realidad. A través del tiempo, estos cuentos, han ido creciendo en materia literaria; el participante ya no busca contar una anécdota o mostrar una imagen de la ciudad, sino traspasar su visión panorámica de la urbe, con una interpretación más profunda de lo que ve y siente: “darse cuenta de que en cada uno de ellos habitaba un escritor con la lámpara apagada. El concurso fue la oportunidad para encender esa luz y alumbrar muchas almas dormidas que sacaron una voz en historias mínimas en palabras, pero grandes en sentimiento” (Bergoeing 11)
     Los (no) escritores o ciudadanos participantes en este concurso, escriben estos cuentos a partir de lo que Pablo Allard, en su artículo presentado en el libro 10 Años de Santiago en 100 palabras (2001 – 2010) ha denominado ‘tiempo cautivo’, es decir, el tiempo que el sujeto ocupa en el trayecto por la ciudad; ya sea en algún medio de transporte o en su deambular por las céntricas calles de Santiago. Es en este tiempo cautivo donde se logra sopesar efectivamente el ambiente vivido. Este lapso es ese espacio temporal en que el individuo de ve enfrentado al contacto directo con la sociedad en que se desenvuelve. Entonces este (no) escritor es un pasajero en tránsito  a través de las calles de Santiago, quien va observando en la ruta su entorno social, cultural, político y  familiar, todo a través de un prisma intimita, pero a la vez colectivo.
     Los microcuentos que aparecen en S100P son un referente cultural que se va actualizando cada año, pues reflejan la visión que anualmente tiene la gente de su ciudad; son textos que van cargados de emotividad, humor irónico y juego de palabras. Los textos que componen la antología no son simples habladurías, provenientes de un sentimiento narciso de describirse a sí mismo como un elemento distintivo de una colectividad ‘especial’, sino más bien son narraciones que platean el resumen de la vida del santiaguino, que resaltan la figura del sujeto que está en los bordes, que no es visto a la primera; el marginal.
     Lo que resalta constantemente el (no) escritor en relación a su perspectiva de la sociedad chilena, enfocada en la urbe, es la fractura o distanciamiento entre la ciudad y el ciudadano, pues mientras la ciudad va en vías de su desarrollo y avanza a pasos agigantados hacia la modernidad, hacia la tecnología, hacia el andar rápido, y la vorágine del centro, los ciudadanos han quedado tambaleando entre el desarrollo y sus historias cotidianas que hablan del sujeto circunstancial que vive bajo el puente, de las peleas familiares que desembocan en tragedias, de los amores pasajeros en los trayectos hacia el trabajo. Son cuentos cargados de movimiento que dan equivalencia al ciudadano santiaguino, logrando entregar al exterior una identidad  distinta a la que aparece en televisión o en los medios masivos de comunicación, pues esto no sale de un grupo de ejecutivos de la pantalla chica ni del diario oficial, estos cuentos salen de la gente común, de los (no) escritores que se animaron a presentar su enfoque de los acontecimientos para formar una realidad personal de un Santiago contundente.

     En relación a lo anterior, es bueno mencionar que en regiones ya se ha imitado esta forma de expresión social, y hoy podemos ver Valparaíso, La Serena y Antofagasta en cien palabras, por lo tanto el impacto ha ido en constante aumento dentro del país. Eso sí, debemos ser realistas al momento de tomar los cuentos; no todos son microficción como tal; existe un gran porcentaje de cuentos breves que tienen gran calidad literaria y pueden ser clasificados como microcuentos perfectamente, pero otros se quedan en la anécdota o en el relato, sin profundizar en la carga narrativa. Si bien, la calidad literaria no se ha visto cien por ciento reflejada en los cuentos ganadores, es importante revisar el fenómeno que se ha ido produciendo como país, tanto en la creación como en la recepción; los miles de chilenos que participan cada año han configurado sus ideas dentro de la brevedad, de lo mínimo, asimismo, han aprendido a leer, a través de la publicación de cuentos en las estaciones de Metro y a familiarizarse, con este tipo de textos. Dos grandes aciertos para la microficción en Chile.

     La identidad es otro de los puntos que tocan constantemente las antologías del S100P, este punto considera la identidad como una colectividad que posee protagonistas cargados de una multiplicidad de mundos infinitos; cuando se envía un cuento de una mujer soltera que pasa sobre un puente, no sólo se ha enviado el cuento de una mujer, sino el de una tradición contenida en puente, de un trasfondo familiar, amoroso, que conlleva a su vez a la soledad en medio de tanta gente, como aparece en la antología Santiago en 100 palabras: Los mejores cuentos IV:
Puente del Arzobispo
Mención honrosa 2007.
He pasado el Puente del Arzobispo por más de seis décadas, esperando que en algún momento el viento se acuerde de levantarme la falda.
Eliana Castillo, 68 años, Providencia” (35)
    Todos los cuentos tienen un trasfondo personal, íntimo para aportar a la identidad del sujeto en particular que luego se une a una colectividad social. Los múltiples mundo que existen permiten que este macro narrador no sólo plantee sus emociones sino también ironice frente a los aspectos en los cuales se enfrenta a la posición oficial, juegue con la disputa política, con los problemas sociales crónicos, con las injusticias y con los sucesos ilógicos que van ocurriendo en el día a día. Un ejemplo claro de eso es el cuento “Ingenuidad de niño”, que aparece en la antología antes mencionada:
                        Ingenuidad de niño
La ingenuidad de un niño da para todo. Juanito creía que los buses oruga, en algún momento, se convertirían en mariposa.
                        Alex Soto, 40 años, Santiago” (20)
     El imaginario social se va construyendo, en base a la visión transparente del individuo, no a la imagen que presentan los discursos protocolares de la ciudad de Santiago, discursos que abarcan sólo a la franja mayor, o a la mayoría, según la Campana de Gauss. Son textos que hablan desde la intimidad y construyen su propio discurso frente a la sociedad en que viven, apoyando o enfrentándose a los estándares impuestos, resaltando la idea de colectividad marginal, esa que está en los borden de la ciudad y que la sostiene.

     El espacio es fundamental en la construcción de identidad; en los cuentos que aparecen en S100P existen dos grandes espacios; el público y el privado. Dentro del espacio público esta la superficie (que tiene directa relación con el imaginario social mencionado anteriormente) y por otra parte, lo subterráneo que tiene que ver con aquellas situaciones que se ven pero que en la rapidez de la vida urbana, se dejan de observar con detención y pasan inadvertidas en los bordes. Por otro lado esta dicotomía que surge entre la superficie y lo subterráneo, que físicamente está representada por el movimiento; dinamismo que tiene su base en el transporte de la ciudad: la locomoción colectiva que anda sobre las calles de Santiago y el Metro que viaja por los túneles subterráneos, abarcando lo oscuro y desconocido de Santiago.
     Los cuentos están divididos casi en partes iguales entre la superficie y lo subterráneo, pero a cada historia, pese a estar a la luz pública y sobre la tierra, es posible encontrarle un trasfondo que abarca siempre la zona oscura o íntima que aparentemente no puede ser percibida. Un ejemplo claro de esto es ver a los personajes de las mini historias en una plaza, en la calle, guardando una historia subterránea, escondida, como en el caso de “Lo hago por ella”, microcuento perteneciente a Santiago en 100 palabras: los 100 mejores cuentos III:
                        Lo hago por ella
Varias veces me lo ha preguntado. Que por qué voy en Metro a verla, si es sólo una estación. Pensará que soy flojo. Mejor así. No sabe que le conviene. Que lo hago por ella. Que el túnel y sus luces blancas y moradas me ayudan a separar las cosas, a ser quien quiere que yo sea. Que me entierro en Manuel Montt enamorado de su padre y emerjo en Pedro de Valdivia enamorado de ella.
                        Pablo Costas, 26 años, La Florida” (76)
     Por otra parte está el espacio privado, donde se destacan las historias personales, la emocionalidad, la crítica y la utopía. Esa utopía muestra, generalmente, a través de los cuentos, el afán de ser otro, dentro de una ciudad donde existe la sensación de que las cosas marchan mal. El espacio privado muestra la vida dentro de la casa o del lugar cerrado; la mente, el corazón, el pensamiento, la casa. Un ejemplo claro de este modo de exponer el espacio es “Pena remitida”, un cuento que aparece en la IV versión del concurso:
                        Pena remitida
Deshojada quedó margarita con el revuelo del patio del cité, bajo el brazo del conviviente de su madre, cuando al cumplir ocho años, entre globos y reggaeton, él le susurró que la quería: mucho si guardaba silencio, poquito, si se resistía; nada, si lo denunciaba.
                        Patricia Middleton, 68 años, Linares. (46)
     El espacio acá se planeta como sostén para las historias, es parte de un escenario donde se acomoda lo que ocurre en el país, pero que se da con mayor ímpetu dentro de la ciudad. La intertextualidad tiene que ver siempre con los hechos sociales, históricos y de actualidad, siendo un reflejo del imaginario.
     El tema del espacio y de la búsqueda de raíces e identidad dentro de la ciudad, se pueden ver reflejadas en la rapidez del avance, donde el ciudadano busca con qué identificarse, volviendo a aparecer la fractura que se comentaba líneas anteriores:
                        Escisión
                        Santiago se divide en dos. Una parte la recorrí junto a ti: bares, moteles, interminables horas en micro. Otra mitad la caminé solo con un walkman y un par de discos en la mochila.
                        Andrés Mondaca, 21 años, Puente Alto” (36).

     S100P es una compilación de imágenes ciudadanas que se enfrentan a la rapidez del andar urbano, con sus detalles. Se trata de una escritura fractal, que va armando el todo en base a pequeñas partes, pequeñas historias que no buscan la anécdota, sino la oportunidad de ahondar en temas cotidianos, de interés común y de trascendencia pública para hacer de Santiago una ciudad sólida, bordada en un tejido firme, y no en la superficialidad del ir y venir diario y apresurado que no permite detenerse a construir nuestra propia identidad. Santiago de Chile es uno sólo; una sola ciudad fractalizada en cuentos de pequeños fragmentos.


Bibliografía:

Plagio. 10 Años de Santiago en 100 palabras (2001 – 2010). Ed. Ignacio Arnold, Carmen García y Sylvia Dümmer. Santiago: Quebecor World Color, 2011.

Plagio. Santiago en 100 palabras: Los 100 mejores cuentos II. Ed. Revista Plagio. Santiago: Quebecor World Color, 2005.

Plagio. Santiago en 100 palabras: Los 100 mejores cuentos III. Ed. Alejandro Zambra e Ignacio Arnold. Santiago: Quebecor World Color, 2007.

Plagio. Santiago en 100 palabras: Los 100 mejores cuentos IV. Ed. Ignacio Arnold y Carmen García. Santiago: Quebecor World Color, 2009.

Zavala, Lauro. El boom de la minificción. Colombia: Editorial Cuadernos negros, 2008.
    
    
                       

1 comentario:

  1. Creo que yo comencé escribiendo cuentos breves desde lo público a lo privado. Al principio trataban de la ciudad, luego, poco a poco fueron ahondando en mis impresiones, sentires, formas particulares o miradas siniestras de las cosas o de los seres con me encontraba en la ciudad o en mis largos diálogos conmigo mismo.

    Me pareció un excelente artículo.

    Saludos

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