miércoles, 30 de noviembre de 2011

LETRA CHICA




El taller literario ERGO SUM de Pia Barros entrega un nuevo libro-objeto este año: una colección de cuentos cortos de sus integrantes, impresos en forma separada, ilustrados, dentro de una coqueta bolsita de velo rojo, con el título “Letra chica” atado con una cinta también roja. Nos fue regalado por Lorena Díaz Meza, alumna del taller y a su vez, profesora del Taller de Narrativa Avanzada de la Biblioteca Municipal.

Uno de ellos es Lo que da rabia, de Francisca Astorga Barraza

“ El Ríos era cliente mío, nos llevábamos top, si hasta le iba a dejar los paquetes a la casa cuando venían güenos. Ahí nos tomábamos un bajativo y él la probaba. Yo no siempre podía porque tenía que seguir ojo al charqui trabajando, y ni un brillo mezclar cuando uno no sabe cuándo puede salir pillao.
Igual no te voy a negar que a mi me convenía el Ríos, obvio po, con él estaba seguro que los de la primera por lo menos no me iban a cacharme nunca.

Por eso que era paletiao con él, le iba a dejar el producto a la puerta de la casa y hasta rebaja le hacía de repente.
Pero a la Anita yo la conocí por otro lado, ella era clienta e’ mi mami, y cuando cayó en cama la vieja, fue que empezó a comprarme a mí. ¿Cómo no me iba a gustarme con esos ojitos verdes que tenía?

La Ana no me contó nunca que era la mina del cabo po, si yo me enteré que andaban juntos esa misma semana, cuando le fui a dejar lo nuevo al cabo Ríos. ¡Cuándo la caché que salía del dormitorio no me la podía creérmela! Yo me quedé piola sí porque por más enamorao que estuviera, si el Ríos cachaba, fijo que abría el tarro y yo me iba en cana al tiro.

Ese día día era un martes, hacía caleta de calor y a la Anita se le ocurrió ponerse esa mini roja que a mi me dejaba loco. No púe ná terminar nomás, es que la Anita era tremenda mina, yo hasta quería casarme con ella. No podía dejarla, aunque tratara. Si yo sabía que no me convenía po, mi mami me advirtió en la que me estaba metiendo, pero yo, cabro chico igual, encandilao estaba con una mina mayor más encima, y con lo linda que era la Ana.

La cosa es que yo no sé cómo se habrá enterado el Ríos, pero llegó como loco ese día y yo, cuando caché que andaba con la de servicio, al tiro le dije calmao, si con la Anita somo amigos nomás, pero no me compró po. Ahí mismo pegó el balazo. Que habría dado yo porque me matara a mí, oh, pero el Ríos no era ná tondo: a los cinco minutos llegaron los ratis y me echaron la culpa a mí, yo que nunca habría sido capaz de tocarle un pelo a la Ana. Y ahí quedó mi guachita, tiraíta en el living.

Y acá estoy yo, encerrao como los perros pagando mis culpas y las del Ríos también. Si entre el cabo Ríos y un cabro chico sin cuarto medio, ¿A quién le van a creer más? Tay claro que a él, po.

¿Sabí lo que más rabia me da, oh? Que después de toda esta custión, mi mami le siga vendiendo.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario