domingo, 12 de agosto de 2012

SUEÑO INOLVIDABLE




                               Gustavo Adolfo Olate


Nunca he querido contarle a persona alguna lo que soñé hace varias décadas. Fue algo que no debo comunicar ni voy a hacerlo, pues nadie me creería o sería un blanco de cuestionamientos y críticas malsanas.

Sin embargo, hoy, que tengo el futuro a la espalda y el ocaso en mis manos, he querido plasmar en letras aquel sueño y algunos detalles que me marcaron por siempre;  por ejemplo de bondad, amor, comprensión  de quién me visitó en mi sueño y con quién conversé muchas cosas y de quién aprendí a entregar el respeto  que cada uno se merece.

Esto ocurrió hace varias décadas. Yo tenía apenas 13 años de edad y, por razones familiares, que ya no quiero recordar, debí salir de la casa. Hacía frío esa noche ¿dónde iba a dormir? Y fue la Quinta Normal que me permitió dormir en una de sus tinajas, tinajas que hoy no existen y que muy pocas personas saben que había en ese parque; entonces quintanormalino y hoy de Santiago.

Hacía frío, me acurruqué como pude y empecé a dormir. De pronto, sin darme cuenta, llegó a mi profundo sopor una cariñosa voz y una suave sonrisa.
-         Hola, hola ¿qué estás haciendo aquí, con tanto frío?
Al oír la voz, dejé de sentir frío y hasta oí el cantar de cientos de canarios, jilgueros y otros pajaritos. Todo me sorprendió y contesté:
-         Hola, lo que pasa es que tuve un problema en la casa y, para no agravar el lío, tuve que salir y dejar a mi mamita, que lloraba por su “guachito”.
-         Te entiendo, te entiendo. Yo también la pasé dura cuando era niño, pero supe salir adelante y vivir con alegría y optimismo, pese a lo ingrato del diario quehacer.
Esa voz me dio confianza y en medio del dormir y del frío, recibí una taza de leche y un trozo de pan. ¡Era un milagro!
-         Gracias por acompañarme! Le dije, para luego preguntarle su nombre.
Guardó silencio por segundos, minutos, horas. – Mi nombre es Jesús, dijo en silencio absoluto…y en medio del mutismo, seguimos conversando, en una tinaja que se ampliaba e iluminaba minuto a minuto.
Sus palabras eran un ejemplo de certeza, sin un error y con una significancia profunda en sus consejos que me orientaban por cuál ruta seguir a futuro y cómo superar los escollos que depara la vida.
-         Disculpa, hijo, creo que también tengo que oír tus problemas…
-         Perdona, hermano Jesús – dije – pero más que contar el drama de mi difícil vivir, me gustaría hacerte algunas preguntas….. Me miró con algo de curiosidad y un dejo de liviana ironía en sus labios.

Pese a todo, yo seguía soñando y luego, después de un prolongado silencio, oí su voz más profunda y grave.
-         Habla, habla, hijo, pero mide bien lo que quieres preguntar, enfatizó. ¡Qué tenso se hacía mi sueño! Y señalé con algo de temor:
-         ¿No molesta lo que pregunte y cuántas preguntas haga?
-         Nada, nada. Pregunta y yo responderé cada consulta tuya,  dijo Jesús.
Y empecé, planteé interrogantes y dudas, entre otras:
- Jesús, si tu padre es todopoderoso, justo omnisciente,  ¿por qué nunca estuvo contigo en tus años de triste niñez? ¿Por qué no asistió a tu nacimiento…¿por qué te hizo morir en la cruz para salvar del pecado a la Humanidad, si fue él mismo quien creó a la Humanidad? Si él es todopoderoso y sabe qué es lo que vendrá a futuro, ¿para qué creó a Satanás, si sabía de antemano que el Satanás llevaría al ser humano a pecar? ¿Y por qué si el Diablo lleva al pecado, por qué alguien noble, sincero y bondadoso como su propio hijo debía pagar por la culpa de otro?
Me miró millones de segundos. Jesús sonrió triste.
-         Piensa siempre en positivo al respecto, piensa con cariño y comprensión, respondió, añadiendo:
-         Voy a analizar bien tus dudas y te daré las respuestas cuando las tenga.
Y luego de sus trémulas palabras, mi hermano y amigo Jesús fue esfumándose progresivamente.
Con su alejamiento, la tinaja volvió a enfriarse y a estrecharse. También desapareció la taza de leche. La noche se hizo más negra,¡y dejé de soñar!

De eso han pasado más de 60 años. Yo pude volver a mi hogar a los pocos días. Pero Jesús todavía no me responde. He ido a la Quinta Normal, pero no están las tinajas y tampoco he vuelto a tener un sueño similar como para recibir respuestas. Aún así, Jesús, sigo creyendo en tu sacrificio.














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