Palmenia San Martín Torrejón
Cuento infantil para adultos
Este cuento, contrariamente a las antiguas narraciones
infantiles, que siempre suceden en un remoto lugar, da un salto en el tiempo y
nos transporta al futuro, donde, seguramente, más de una abuela contará a sus
nietos algún cuento como éste.
“En un pequeño departamento, un anciano pasaba los últimos
días de su existencia. Sin embargo, su deseo de volver a ver el sol que había
conocido cuando niño, no le permitía emprender el gran viaje. Sucedía que una
nube grande y negra cubría la ciudad, ennegrecía las estatuas y daba un aspecto
de tristeza a los pocos árboles que aún sobrevivían. El sol, ya no podía verse.
Cada mañana iba al departamento del anciano moribundo, el
Encargado de Salud de la ciudad para retirar la mano artificial que el
Ayuntamiento prestaba temporalmente a quienes emprendían el gran viaje, a fin
de que les acompañara antes de partir.
Un día, el Encargado de Salud comentó su malestar al vecino del anciano.
Este hombre, que por alguna causa no descubierta aún, conservaba ciertas
cualidades que sus antepasados habían poseído, tales como: amor al prójimo,
conmiseración y justicia, decidió hacer algo por el anciano.
Esa noche, el vecino, que era pintor, premunido de pintura,
pinceles y acompañado de un farol, subió a la azotea del edificio más alto de
la ciudad y procedió a pintar sobre la nube negra, un sol grande y generoso de
color amarillo anaranjado, cuyos rayos parecían acariciar la ciudad.
Al día siguiente, el anciano moribundo, al despertar, miró
hacia la ventana y, ante su sorpresa, descubrió el hermoso astro. Hasta los
pájaros cantaron ese día; así de hermosa y natural se veía la pintura.
Toda la mañana se extasió el anciano con el hermoso
espectáculo, hasta que ebrio de felicidad, dejó este mundo.
Nadie en la ciudad notó la diferencia, porque ni los más
ancianos recordaban cómo era el sol de su infancia, excepto algunas abuelas de
gran memoria.
Y amarillo
anaranjado
Este cuento
ha terminado,
Porque la
gran nube negra
Al sol de
nuevo ha tapado.
Ahora a dormir, dijo la abuela arropando al nieto.
En puntillas abandonaba la habitación, cuando con vocecita
adormilada, el niño preguntó:
-
Abuela ¿Tú conociste el sol?
-
- Sí, pequeño – contestó la abuela.
-
¿Era hermoso? – quiso saber el niño.
-
Si, bello-
contestó la abuela con tono evocador .Ahora vamos a dormir.
Entonces el pequeño – casi en un
susurro – dijo:
-
Abuela, ¿Mañana podrías pintarme un sol en la ventana?
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