(Este texto tiene unos años, sin embargo está vigente)
Ariel Zúñiga Núñez
Me río con el doctor House igual que todos los amargados. La industria del entretenimiento nos alcanza hasta a quienes de ella huimos. Sus inverosímiles guiones: siempre sus casos son rarísimos y le consultan a él sin pasar por ninguna parte antes; al final, mágicamente, el peor de los ateos, cínicos y herejes, descubre la dolencia. Basura, la típica basura yanqui. Ridículo y a la vez insolente resulta el despliegue de recursos derrochados en cada paciente en un país en que el acceso a la salud es aún peor que en el de nosotros.
Pienso en los escritores que le dan vida al personaje, peones del gran tablero de Hollywood dedicados a hacer cosquillas, a tiempo completo, a todo el mundo. Pienso en la miseria de sus vidas, burdamente compensada con sueldos millonarios.
Es que es mejor reír que llorar.
Reírse, por ejemplo, de los miles que envidian las vidas miserables.
De los que se sienten marginados del simulacro y que luchan día a día para que a sus hijos no les toque la misma suerte.
De las pequeñas querellas con que se entrampan las pequeñas personas y sus pequeñas organizaciones.
La envidia que provoca cualquier obra, por más mediocre que ella sea.
De la televisión tratando de entretener con simios amaestrados, apenas despiojados, que intuyen que los próximos segundos de fama serán los últimos.
De sus noticiarios. Diez por ciento de información adulterada, cincuenta por ciento de publicidad no solicitada y cuarenta por ciento repartido en nimiedades y avisos convenidos.
Me río de los que se ríen de nosotros; de Lagos Weber a quien pagamos seis años de estudios en Inglaterra, para que llegara sin saber inglés; de su padre que busca ser aclamado como rey, el primer emperador demócrata de la historia; de Barrios y Harboe, que tan poco nos aprecian que creen que votaremos por ellos. Entre paréntesis ¿cómo juntaron los cien millones para la campaña si solo han sido “servidores públicos”?
Me parece que es mejor reír que llorar cuando todos están tristes y no solamente por reír, sino porque la alternativa es llorar y eso agota y deshidrata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario