Ricardo Lagos Núñez
Este insigne poeta chileno recibió en España, 1992, el Premio Reina Sofía de la Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes de Literatura el año 2003.
Sin duda alguna, entre los méritos de ambas distinciones se alude explícitamente a su hispanismo en su contacto permanente con España y su cultura tradicional con énfasis en el Siglo de Oro Español.
Así, en La Miseria del Hombre, (1948) su poema¿A qué mentirnos? Está dedicado como homenaje a Quevedo, y expresa:
Vivimos, gran Quevedo, vivimos tiempo que ni se detiene, ni
tropieza, ni vuelve.
¿A qué mentirnos con la llama del perfume, con la noche moderna
de los cinematógrafos, antesalas terrestres del sepulcro?
Pongamos desde hoy el instrumento en nuestras manos.
Abramos con paciencia nuestro nido para que nadie nos arroje por lástima al reposo.
Cavemos cada tarde el agujero después de haber ganado nuestro pan.
Que en esa tierra hay hueco para todos: los pobres y los ricos.
Porque en la tierra hay un regalo para todos:
los débiles, los fuertes, las madres, las rameras.
Caen de bruces. Caen de cabeza o sentados.
Por donde más les pesa su persona, todos caen y caen.
Aunque el cajón sea lustroso o de cristal. Aunque las tablas
sin cepillar parezcan una cáscara rota con la semilla reventada.
Todos caen y caen, y van perdiendo el bulto en su caída,
¡hasta que son la tierra milenaria y primorosa!
También se refiere a él en “La Almohada de Quevedo” de sus 50 Poemas, con su estilo picaresco, muy a tono con el polémico vate medioeval.
Entre los varios segmentos que acreditan hispanidad está además su hipotético diálogo con el Arcipreste de Hita, Juan Ruiz de Alarcón y su Libro del Buen Amor, marcando un paralelismo de vida y literatura con el seductor de la Edad Media ibérica.
Pero lo más recurrente en su eminente poesía, su “gaya ciencia”, es su sensualidad viva: como por ejemplo, ante su amante desnuda en la playa, con sus superficies sensibles húmedas por el oleaje, él exclama: “Vienes y vas, y adoras el mar que te arrebata con su espuma, y quedas como inmóvil oyendo que te amo”.
O en Del Relámpago con “La palabra placer”, en que se refiere tanto a la palabra placer como al placer de la palabra seductora u erótica previa a la seducción consumada:
La palabra placer, cómo corría larga y libre por tu cuerpo
la palabra placer
cayendo del destello de tu nuca, fluyendo
blanquísima por lo vertiginoso oloroso de
tu espalda hasta lo nupcial de unas caderas
de cuyo arco pende el Mundo, cómo lo
músico vino a ser marmóreo en la
esplendidez de tus piernas si antes hubo
dos piernas amorosas así considerando
claro el encantamiento de los tobillos que son
goznes que son aire que son
partícipes de los pies de Isadora
Duncan la que bailó en la playa
abierta para Serguei
Iesénin, cómo
eras eso y más para mí, la
danza, la contradanza, el gozo
de olerte ahí tendida recostada en tu ámbar contra
el espejo súbito de la Especie cuando te vi
de golpe, ¡con lo lascivo
de mis dedos te vi!
la arruga errónea, por decirlo, trizada en
lo simultáneo de la serpiente palpándote
áspera del otro lado otra
pero tú misma en
la inmediatez de la sábana, anfibia
ahora, vieja
vejez de los párpados abajo, pescado
sin océano ni
nada que nadar, contradicción
siamesa de la figura
de las hermosas desde el
paraíso, sin
nariz entonces rectilínea ni pétalo
por rostro, pordioseros los pezones, más
y más pedregosas las rodillas, las costillas:
-¿Y el parto, Amor, el
tisú epitelial del parto?
la palabra placer
cayendo del destello de tu nuca, fluyendo
blanquísima por lo vertiginoso oloroso de
tu espalda hasta lo nupcial de unas caderas
de cuyo arco pende el Mundo, cómo lo
músico vino a ser marmóreo en la
esplendidez de tus piernas si antes hubo
dos piernas amorosas así considerando
claro el encantamiento de los tobillos que son
goznes que son aire que son
partícipes de los pies de Isadora
Duncan la que bailó en la playa
abierta para Serguei
Iesénin, cómo
eras eso y más para mí, la
danza, la contradanza, el gozo
de olerte ahí tendida recostada en tu ámbar contra
el espejo súbito de la Especie cuando te vi
de golpe, ¡con lo lascivo
de mis dedos te vi!
la arruga errónea, por decirlo, trizada en
lo simultáneo de la serpiente palpándote
áspera del otro lado otra
pero tú misma en
la inmediatez de la sábana, anfibia
ahora, vieja
vejez de los párpados abajo, pescado
sin océano ni
nada que nadar, contradicción
siamesa de la figura
de las hermosas desde el
paraíso, sin
nariz entonces rectilínea ni pétalo
por rostro, pordioseros los pezones, más
y más pedregosas las rodillas, las costillas:
-¿Y el parto, Amor, el
tisú epitelial del parto?
De él somos, del
mísero dos partido
en dos somos, del
báratro, corrupción
y lozanía y
clítoris y éxtasis, ángeles
y muslos convulsos: todavía
anda suelto todo, ¿qué
nos iban a enfriar por eso los tigres
desbocados de anoche? Placer
y más placer.
Olfato, lo primero el olfato de la hermosura, alta
y esbelta rosa de sangre a cuya vertiente vine, no
importa el aceite de la locura:
-Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma...
mísero dos partido
en dos somos, del
báratro, corrupción
y lozanía y
clítoris y éxtasis, ángeles
y muslos convulsos: todavía
anda suelto todo, ¿qué
nos iban a enfriar por eso los tigres
desbocados de anoche? Placer
y más placer.
Olfato, lo primero el olfato de la hermosura, alta
y esbelta rosa de sangre a cuya vertiente vine, no
importa el aceite de la locura:
-Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma...
Lo mismo, pero referido a la erótica femenina en “Las muchachas que hacen eso en lo oscuro”, uno de sus 50 Poemas.
Sin embargo, esta poesía amatoria y sensual se vuelve un tanto filosófica, como buscando el enigma que esconde la realidad, mas no como una prosa fría al estilo de Erich Fromm (El Arte de amar) u Ortega y Gasset, sino siempre alumbrado con su poesía amatoria majestuosa.
Así por ejemplo, en Contra la muerte, el poema “¿Qué se ama cuando se ama?, ¿La luz terrible de la vida o la luz de la muerte?” O bien, francamente existencialista cuando comentó en una de sus premiaciones:”Lo cierto es que la poesía encarna en uno como por azar y de nada valen los espejismos”. Se refería a que lo demás serían elucubraciones.
Respondía así a una pregunta del auditorio, de si el poeta nace o se hace. ¿Y a veces un leve fatalismo? Encabezó un verso con: “Que todo es todo en la gran búsqueda del desnacido que salió de madre a ver el fuego mortal”.
Si bien mereció el Premio Miguel de Cervantes en el año 2003, se le suele considerar en Chile a distancia de Gabriela Mistral, Pablo Neruda o Vicente Huidobro, pero en el ámbito internacional, connotados hispanistas como Gonzalo Sobejano, en Nueva Cork, le conceden mayor importancia que en su propio país.
Ante su féretro, la profesora y ex alumna suya, Berta López Morales, de la Universidad del Bio-Bio, leyó el primer poema de Contra la muerte
Al silencio
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera,
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
Estas sentidas palabras, las últimas antes de su descenso a la tierra en el Cementerio de Chillán ese 28 de abril de 2011, despidieron a quien estuvo talvez muy próximo al Premio Nobel:
A quien prestigió la poesía chilena en sus 15 años de exilio en EE.UU. como profesor de las Universidades de Pittsburg y Pennsylvania,
A quien incorporó parte de sus poemas a la Biblioteca del Congreso en Washington,
A quien reforzó en diversas latitudes la fama de Chile como país de poetas,
A quien se quedó en su pasado juvenil, pletórico de poesía, vitalidad y libido,
A quien tuvo la osadía de titular uno de sus poemarios como “Contra la muerte”.
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