jueves, 9 de diciembre de 2010

LA EMPERATRIZ DEL MAPOCHO

                                                   El Loco Estero (Camilo Camus)



¡La conocí hace un tiempo allá en la Vega Central!

Una anciana redondita que vagaba todo el día por esas calles estrechas

en su piojosa cabeza un mundo de fantasía

Ella vive todavía si ustedes la quieren ver

anda vestida de andrajos, la envuelve la fetidez

para ella es un perfume que le llegó de París

los harapos son encajes de Florencia y de Madrid.



Ella se sabe una reina y se ha llamado a sí misma del “Mapocho Emperatriz”

orgullosa y convencida sentada en un tacho de basura

“Éste es mi trono forrado de fino armiño y las moscas que rondaban

son mariposas de Marte y en las alas llevan niños

éste es mi río turquesa, transparente y perfumado”.

Para ella la inmundicia que el río lleva al mar

son rosas, son lirios, violetas y nardos

son ramos de jazmines para los enamorados.

Prendidos en cada tallo llevan sonetos de la divina Gabriela.

¡Sí ella!, la que nació en Montegrande

que por cantarle a los niños, ella la hizo su comadre

Altiva, insana, coqueta, repite “Yo soy la dueña total de este reino encantado

tiene fronteras con Francia, con China y con Bolivia

y mi nombre es Catalina, como mi prima la Grande,

soy hija de Cleopatra y de un chilote del sur.



Yo danzo sobre mis aguas como la Duncan , señor.

Al llegar la madrugada, de los postes de la luz

cosecho mis manzanas, bananas y mandarinas.

Estoy casada con Baco, me baña en vino y miel en el dedal de mi madre.

Fui preñada por Ulises cuando pasó por mi río hacia Itaca triunfador

A los mil días parí, emergieron de mi vientre

ochenta soles neutrales, veinte lunas y una estrella.

Los soles los regalé para el África Central

Con las lunas me hice un aro, tres pulseras y un collar

La estrella se la di a un hombre que era poeta y pintor

la bordó en mi bandera que flamea entre alerces y pehuenes

con ella me hice un manto para ir donde Neptuno

él me lleva a navegar en el Caleuche al desierto.





Cuando pulso mi guitarra bailan hasta los muertos.

¡Abran cancha, abran cancha, abran quincha

que viene la Emperatriz del Mapocho

en carroza de sandía, con ruedas de jazmín y margaritas

la tiran cien mil hormigas vestidas cual arcoiris!

y me escolta una nube de picaflores naranja.



Vengan pronto, vengan todos, que mi río está de fiesta

Todos cantan, todos bailan, todos disfrutan mi orquesta

compuesta de ochenta pianos, mil guitarras y un violín

novecientos los tambores y tres mil son las cantoras

hay ochocientos panderos y setenta flautas dulces

¿Quién las dirige? ¡Mi hermano, el flautista de Hamelin!



Mi hijo es Prometeo y lo llevo a veranear

a la playa que poseo en medio de Shangri La

Mi abuelo fue un acordeón y mi abuela una vihuela

también he parido arpas, aves, cirios y jaguares.

Fue siempre mi fiel partera una olla de Pomaire

por las redondas esquinas de mis calles triangulares

ya vienen a saludarme y vienen de todas partes

llegaron ya de Saturno, del Tibet, de Macchu Picchu,

desde Alaska, de Barbados, Santa Lucía y Brasil

vienen princesas y lustrabotas, pescadores y ministros

llegaron reyes y condes, estrellas del cine vienen

llegó la Piaf de Paris, la Marilyn y la Evita.

También llegó Santa Juana, viene Medusa y ña Pancha

Bailando viene Chaplin, lo acompaña Paganini con su charango de luna

lo sigue Violeta Parra en sus aladas sandalias de gardenias y de espumas.



John Lennon me canta en quechua, Mozart me canta rancheras

y al compás del bandoneón Negrete me canta cuecas

con sus palmas acompaña mi primo Napoleón.

Neruda y Huidobro, niños, juegan elevando un volantín de ladrillos

Verne me trae un obsequio: una nave transparente en forma de corazón

que me lleva hasta el centro de la tierra, rellena de manjar blanco.

Mi anillo de compromiso, está perlado de rocío otoñal

mi prendedor de burbujas me lo obsequió Julio César.

Bajad la frente, mancebos, que ya traen mi corona

la decoró Paul Gauguin con laurel de Alejandría.

Mi diadema resplandece de luciérnagas doradas

y con esto me declaro por los siglos de los siglos “Emperatriz Coronada”.



En este instante alucinado declaro que me nombro Emperador absoluto


de mi barrio el Matadero, Rapa Nui y toda la Amazonía.


Dalí pintó mis veredas, Van Gogh plasmó girasoles en paredes y tejados.


Presentado, me retiro. Soy el mentado Loco Estero,


mañana en Notre Dame, me casaré a las ocho


con mi amada virginal, la emperatriz del Mapocho.






Nuestra Soledad             

Julio Abel Sotomayor

 
La esperanza se extingue, mal herida,
El olvido marchita las manos.
Sobre la pared sin sombras, horas inmóviles,
Esperando la humedad de otra piel.
 
El silencio narra un racconto;
Los ojos cerrados:
Reflejos, emociones, sentimientos,
Labios  desnudos de cicatrices.
 
En la penumbra del ocaso
Eco de palabras perdidas golpean la ventana,
Empañada de tiempo no reconoce las voces.
La noche, fría, posa sus pies en la tierra.
 
El vaso sobre el velador recuerda
Beber antídoto para el insomnio
Mientras, ella, esperando tendida en la cama,
Se ha quitado el pijama para sentir las manos.
 
 
 
 
Inconciencia
 
Se oscurecen las pantallas. Las oficinas continuarán mañana discutiendo las formas y detalles, transacciones y divisas. Las calles se inundan de gente. El ruido de bocinas alerta a la multitud que corre zigzagueante detrás del bus que les llevará al hogar. Otros, con el mismo destino, se sumergen intentando ganar un espacio en el metro que a esa hora, ahíto de pasajeros, parece una tripa satisfecha. La tarde en tránsito se viste de sepia y poco a poco, como una vedette, se desnudan las calles. La noche avanza rauda y en la oscuridad ampara seres que deambulan tramando sórdidos delitos. Un gato huye al sentir en su espinazo el golpe de la sombra y en su loca fuga atraviesa la línea invisible, aquel ululante ruido obliga a escapar al monrrero. Mientras, en un motel de la ciudad, una Venus voyerista observa nuestros cuerpos desnudos, consumiéndose en una efusión de orgasmos, ignorantes del tráfago nocturno que transcurre.



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