lunes, 15 de noviembre de 2010

Poemas de Connie Tapia Monroy




CUANDO EL DEMIURGO HA SIDO CONDENADO

Señora, el miasma de su cuerpo es insoportable
¿Por quién me pregunta?
Creo que están en la habitación contigua.
Insisto, el olor a medicamentos ya se hace insoportable,
vaya de inmediato a recepción.

Sobre lo que expone,
lo siento, su hegemonía ya no es válida aquí,
puede guardarse sus monedas.
Debe dejar el calzado y sus ropas donde le indique,
ahí le darán una bata blanca.

¿Quiénes?
No!! los señores de blanco no trabajan en esta sección
¿Cómo dice?
Le explico, su examen toxicológico determinó gran presencia de rencor,
odios infundados, egolatrías incurables.
Además, de un escaso historial de buenas acciones.

¿Ha recordado por qué está aquí?

CAFÉ

Extrajo una palabra desde el fondo de la garganta
depositándola en la taza de café,
bebió el dulce brebaje
infusión de chocolate, vainilla y canela

Lo miró,
pensó por un momento que sus labios transmitían ese sabor.
Se amparó bajo la luz de sus ojos, como ilusión luciferiana.

Soñó,
a un hombre que surca cicatrices en la tierra
dirigiendo a los espectadores al infierno.

Extrajo un pedazo de corazón
y lo depositó en un caldero mágico,
soñó que besaba esos labios resecos,
sintió como su alma huía despavorida.

Oyó a lo lejos los cadáveres iniciar la danza,
como demonios en la cabeza
saltaban dando botes sobre las neuronas difuntas.

El café no era más que una ilusión
de los residuos de sangre en la corteza fantasmal,
construyendo un cuerpo de amargura.
Uno que no había dudado en explorar.

MÁS QUE UN COSTAL DE HUESOS

No recuerdo
si me encontró o lo encontré en medio de una madeja de cordeles
que se entrelazaban
y enredaban desde los pies hasta la cabeza.

Cuando salí de todo ese entuerto abracé ese esquelético ser.

A lo lejos escuché un murmullo,
la voz parecía moverse entre las centaureas
como aire gélido incrustándose entre los poros.

-Solo eran huesos los que tiré en aquella fosa común-
Las exclamaciones de respuesta pasaron del murmullo
a un estridente castañeo de piedras y huesos danzando.

Rodeé con mayor fuerza su tronco
y mis manos se perdieron entre la carne pegada
y el cuero deshidratado se pegaba a mi corazón,
como si de mi quisiese nutrirse.

-Cierra los ojos- le dije,
al mismo instante que tomé su mano. Corrimos.

No recuerdo cuando
ni cuanto
solo recuerdo que al borde de un risco nos detuvimos

Nos miramos.
Sus ojos hundidos habían desaparecido
y mi corazón se encadenaba en el suyo.

Aunque no recuerdo
si salté,
saltamos,
o aun intentamos besarnos entre la distancia.




2 comentarios:

  1. Deja pensando la lectura de Connie...y es muy buen síntoma ello.

    Singulares perspectivas que amplían el horizonte propio.

    Saludos

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