Irene Palacios
Nací con esta cualidad que el mundo real acepta con restricciones: en el mundo onírico, la poesía, películas románticas, la música y la pintura.
Elevando nuestros sentidos, hacia el chacra del corazón, hacia el cielo, lo espiritual, el ojo agudo a las pequeñas y grandes maravillas de la naturaleza, y a su desenfreno salvaje en sus desastres, inundaciones, terremotos, violentas tormentas…
Volví a enamorarme de la música de Ludwig van Beethoven con su Sinfonía Pastoral, en el Centro Cultural Mapocho, interpretada por la Orquesta Sinfónica, la dirección de Francisco Rettig y el Coro Sinfónico de la U. de Chile.
“Como las ondas sonoras ampliadas por un excelente equipo musical, atravesando todo el espacio de aquella vieja estación, cada línea armónica, cada acorde y timbre percibidos en su ensamblaje sonoro retumbando como pinceladas expresionistas, multicolores, tomando formas en mi cuerpo, que gozaba sin criticar la estructura, percibiendo la forma sonata en el primer movimiento, la pasión y la delicadeza espiritual en el desarrollo de la obra, a los soldados que dejaban las armas en el último movimiento que marchaban silbando una melodía que se convertiría en la Oda a la Alegría, una oración a la paz, a volver al remanso espiritual, la inmaterialidad, de esas voces humanas que éramos todos nosotros.
Este cuerpo algo sordo hoy día, conectó con cada chacra, hasta el más importante, el de la corona, aquel que está ligado a la conexión más elevada, a ese Dios supremo, esa energía que está en todos nosotros, de la cual venimos y en la cual nos reuniremos cuando nuestro camino haya cumplido su objetivo. Caló hondo, mis talones estuvieron desapegados del suelo, el amor sonoro una vez más despertó cada átomo y célula y sentí la capacidad de experimentar una dicha distinta. Comprender que la entrega de aquellos músicos, cantantes, coro, instrumentos y el público numeroso, estaban inmersos en una felicidad compartida, grupal que no puede darse en una grabación pulida de un Cd, el lazo humano interviene con la sensibilidad y nos regala a todos la maravilla de sentirnos vivos.”
La sensibilidad a mi me ha servido para sentir profundamente esto que narro, pero no me ha servido en toda mi vida pasada y del hoy para conectarme con la realidad que sobreviene monstruosa, sin sentimientos, con emociones gastadas, para llegar a otras almas ..para quitarme el velo de mi propia ceguera, mi irracionalidad, para espantar a los antiguos monstruos que siguen burlándose de mí, para la cobardía propia y ajena, para ser ironizada en una mujer inmadura que se niega a crecer. Por eso la sensibilidad que me ha sido dada como un don no me dio lo más importante, lucidez, realidad y fría mente lógica. Usted juzgue dónde se queda, ¿en la locura de la sensibilidad o en el mundo real?
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