lunes, 19 de noviembre de 2012

ESPIRAL



ESPIRAL 
- Por  Connie Tapia Monroy


A lo mejor todo comenzó cuando Gustavo Adolfo Bécquer dibujó las nubes de poesía, el Nevermind abrió los sentidos de la audición, nada más fuera la rabia, más cerca del alivio. Un texto casi teatral, casi mío, solo de Neruda: “¿y dónde están las lilas? ¿Y la metafísica cubierta de amapolas?”. Con escenarios, al parecer imaginados. Un pequeño Hobbit golpeó mi puerta y corrí a buscar algo como él. Encontré una V dibujada en las paredes, y el estante se llenó de historias gráficas. Otro día distinto, Cthulu oscureció mis días, acompañada de melodías excéntricas y la dama de hierro sonando con su Seventh Son de fondo. Viaje a Marte junto a Bradbury y cabalgué en dragones con Blind Guardian. Conocí en mis sueños a Hahn y su Tratado de Sortilegios, esas si que eran rosas re-raras oh. Y fue así, sin darme cuenta, que mis labios se sumergieron al son de Black Sabbath, al menos eso creí escuchar de fondo mientras lo besaba. Luego alguien dijo que debíamos madurar, que esas poleras negras no estaban de moda, que Ronnie James había muerto y su arco iris en la oscuridad jamás existió. Yo les dije que no se metieran, que no tocaran el Yggdrasil, que la vida se podía extinguir, pero alguien gritó que eso no era un árbol, que un demente llamado Jorge escribió un libro que te volaba la cabeza. Y mi cabeza no la encontré en un par de días. Al parecer los libros de sangre procreaban algo dentro de mí, pero no era Clive Barker, sino el niño de las estrellas llegando al guitarreo de Stargazer. ¿Todo comienza de nuevo? ¡no! Todo emerge. Una simple brisa puede cambiar ese día, esculpir tus ojos, cicatrizar ese corazón, garabatear el mundo sobre ti. ¿Escuchas como todo sigue cambiando fuera y dentro de ti?



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