sábado, 28 de mayo de 2011

DE TODO UN POCO






Santiago es un pequeño planeta que tiene como núcleo central el centro y los satélites, átomos con gordura mórbida que revientan sus cuerpos. Caminé por sus calles, conversé con los vendedores ambulantes y en las micros con los cantores populares al compás de sus guitarras dolientes y pobres. En la noche me encontré con los cesantes, que en el día son cesantes y en la noche – algunas y algunos – se prostituyen para llevar a sus casas el semen de la pobreza. Llegué tarde a la periferia, al límite, y me tropecé con la oscuridad de sus habitantes que viven engañados con las falsas promesas de los perversos engañadores de siempre y los cuerpos de los más pequeños sin poder salir del pozo sin fondo de la drogadicción. Avancé hasta la taquicardia de sus gentes, gente acelerada y trabajólica acumulando más y más trabajo, más gestión y más gestión en su presión arterial.

Sonámbulos estresados sobreviviendo en los ríos de soledad en pos de la estrella falsa del consumismo. Me subí al tren de las mujeres que centellean en las pequeñas historias anónimas de cada día. En otoño cayendo deprimidas como las hojas de los árboles, oponiéndose a las órdenes del dictador de No caer y…Cayeron. En invierno, escapando del frío y de la escarcha en la cama caliente del amor. Y en primavera cuando el deseo se altera abriéndose a la vida como una fuente natural. 

Y en verano, sofocados de calor y de mujeres con los pechos y el trasero a medio tapar, y el ombligo al aire como una pequeña rosa de la rosa mayor, y un festival de insolentes, atrevidos rebaños de nalgas coqueteando dentro de un mini minúsculo colalés.



Rhenan Vilas,  once de septiembre del año dos mil seis
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