Emilia Páez Salinas
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Como en muchos lugares del planeta, en Chile los actos y celebraciones abundan. La Moneda brinda desayunos a mujeres destacadas, las parlamentarias visten alguna prenda roja.
México. Festejos en el Distrito Federal y ciudades importantes. Sin embargo, a cien kilómetros de Veracruz, en un pueblo llamado Guadalupe o La Patrona, catorce mujeres no tienen tiempo para chaquetas rojas, fiestas o champaña. Veintiocho manos cocinan arroz y frijoles, preparan bolsas con alimentos. Catorce palomas envasan agua, son Las Patronas, como las llaman cariñosamente. Pronto aparecerá el Tren de las Moscas masacrando el paisaje con su carga de muerte.
Al menos cuatrocientos mil centroamericanos indocumentados cruzan México para llegar al país de las oportunidades. Después de recorrer cerca de ocho mil kilómetros sólo el quince por ciento lo consigue, pero tiene que enfrentar a la policía en la frontera y también a los cazadores de “espaldas mojadas”.
Desde Guatemala, pasando por Chiapas, Unión Juárez, Ixtepec, Oaxaca, La Bestia hunde sus pies de hierro en la selva, devora montañas y suda los dolores del desierto. Hondureños, guatemaltecos, salvadoreños arrastran sus pobrezas por México. Semidesnudos, como moscas sobre el techo de los vagones, son un amasijo de sueños, esperanzas y miedos.
Las Patronas esperan el Tren de la Muerte cada día. Están con su arrojo de mujeres pobres que en un gesto de solidaridad y entrega alivian el hambre, mojan los labios de ese Cristo moreno que emprende su vía crucis en Guatemala para ser crucificado a lo largo del camino que lleva a Estados Unidos. Muchos mueren al dormirse y caer del tren. En los últimos años se han documentado más de cinco mil muertos y otros tantos desaparecidos en esta travesía de horror. La línea férrea es una fría herida que no cierra.
Doscientas raciones y agua entregan Las Patronas cada día. El tren no se detiene en Guadalupe y pasa a gran velocidad. Nadie les ha dicho a estas mujeres que arriesguen su vida acercándose peligrosamente a los vagones para entregar su dádiva de amor, sin preguntar a quién. Ellas no discriminan, no cuestionan, no juzgan. Dan una grandiosa lección de humanidad, tan necesaria en este mundo consumista, que se mueve por el dinero y el egoísmo. Durante quince años han repetido su ritual de conmiseración y tienen claro que una persona vale por lo que es. Si la tierra natal no les da lo que necesitan tienen derecho a querer cambiar sus vidas o morir en el intento.
Finalizo estas breves palabras de homenaje con el nombre de Las Patronas que son un orgullo para el género femenino:
Rosa Romero
Lidia Laura Reyes
Norma Romero
Leonila Romero
Leonila Vásquez
Mariela Nájera
Francisca Romero
Fabiola González
Bernarda Romero
Guadalupe González
Juana Anaís Romero
Lourdes Romero
María del Pilar González
Clementina Romero.
Maipú, 11 de marzo de 2011.
Nota de la autora:
La información del presente artículo se basa en la película El Tren de las Moscas, España, 2010, dirigida por Nieves Prieto Tassier y Fernando López Castillo. Este cortometraje obtuvo el Primer Premio en el Festival de Cine Político de Ronda.
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