domingo, 24 de abril de 2011

La vida continúa




                     Mario Cáceres Contreras

    Rubén, retrocedió en el tiempo y el destiempo atravesó su memoria. Las imágenes al inicio fueron nebulosas.  La ventana del pasado le mostró con nitidez al interior de su automóvil y el trabajo efectuado por el limpiaparabrisas. Las plumillas ejecutaron su tarea con eficiencia y el diáfano panorama  incitaba a la acción. La llovizna que refrescó el sector de Quilicura se retiró hacia la cordillera alimentando con el vital líquido a la vegetación precordillerana. Él, como limpiador Dedo Índice continuaba como sombra nítida, a veces alargada, otra recortada, tras los pasos del delincuente juvenil apodado el Loquillo, repitiéndose a sí mismo, la frasecita “No dejes que tus ojos vacilen”. El paraje estaba elegido. El Loquillo ejecutaba algunas acciones como rutina escrita en un aviso luminoso. Escogió un lugar que consideraba  propio… un lugar dónde podía aislarse, dónde se repetía a sí mismo que estaba destinado al infierno o  a un lugar peor. Irremediablemente estaba entrampado en la oscuridad. Al atardecer detrás del block 35 de la población marginal encendía el pito de marihuana y junto a una botella de tequila, planificaba sus próximas fechorías. Ése es el punto elegido por el Limpiador para ejecutar al maldito asesino de 15 años. En la mente de Rubén las carcajadas de la venganza sonaban en su Casa de la Risa como en la celda de un loco, carcajadas que siempre terminaban en gritos en la bóveda del silencio. Pero, luego la lógica detenía esos pensamientos, reflexiones en que la piedad intentaba alterar su decisión.  Algunos nacen en un hogar agitado e infeliz, en un hogar con la mesa sin pan, rechazados por sus padres; ocasionando más peleas y riñas. Nacido con un temperamento negativo, inclinado hacia el delito, a las drogas y el alcohol. Al momento de la ejecución gritará piedad. ¿Qué sabe el Loquillo de piedad? A sus víctimas las ultimó sin misericordia, sólo por el deseo imperioso de matar. Asimiló la palabra piedad a la de Miguel Ángel. El recuerdo de su hija violada y asesinada por otro igual que el Loquillo lo retornó a La Casa de la Risa y de nuevo las carcajadas de los enajenados muriendo en las paredes de la celda fungosa. Esa cicatriz sin sanar siempre supurando le volvió a su realidad y se dijo que era una gato, un gato ejecutor que debía subir al tejado, al lugar en donde se encuentra su dolorosa cicatriz. Descendió del vehículo después de revisar el máuser y el corvo y se dirigió al sitio previamente establecido.
     
La mirada del omnisciente observó las ventanas del block 35 dispuestas hacia el sitio eriazo. Las del tercer piso, esa de las cortinas blancas,  mostraba una pareja bailando salsa que repetía entre sonrisas 1, 2,3, y de nuevo 1, 2,3. Sobre la mesa una botella de ron, bebida Cola y la infaltable bolsa de papas fritas. Música y alcohol  aumentaban la libido en el hombre y la mujer. La ventana próxima exhibe a un anciano en un monólogo a viva voz con un fantasma del pasado, a veces las palabras con tono amoroso, otras alteradas para terminar en gritos de furia, mientras la soledad observa sentada a los pies de la cama sucia y revuelta. Las del segundo piso se mantienen cerradas en espera que el ocaso dé paso a la noche y ésta encienda las bombillas eléctricas para atenuar las sombras. Las del primer piso muestran a un hombre revisando cuentas por cancelar y la desesperación en su rostro porque las deudas aumentan y el dinero faltaría para comer. Una y otra vez busca la mejor fórmula para pasar la muralla de los 30 días, los ladrillos del mes a sortear para vivir. En el mirador cercano al lugar preferido del Loquillo, cuatro pares de ojos infantiles observan al viento levantar el polvo, a un par de perros olfateando la tierra en busca de algún mendrugo que calme el hambre siempre eterna en los perros callejeros. El quiltro blanco con manchas negras cojea de una de sus patas traseras. El otro más pequeño muestra las costillas que pueden ser contadas con facilidad, ha encontrado un trozo de pan duro que rápidamente engulle antes que su amigo de correrías se lo quite por la fuerza de sus colmillos. Más allá la ventana del vidrio roto sin cortinas deja oír el comentario del partido de fútbol. Un Sharpe  que ondea en el aire contaminado por el humo de la marihuana la camiseta de su club deportivo favorito. La ventana de la esquina expone a un jugador de naipes. Juega ante una mesa y dos sillas. Deposita una carta sobre el tapete y cambia de lugar para responder con otra carta a la enviada por él. Y así… sucesivamente en un juego sin contrincante definido y menos un vencedor. El Loquillo como todas las tardes prepara la bebida y el pito de cannabis sativa. Ha buscado un cartón para disponerle como asiento. Cercano a las sombras, el Limpiador vigila. La cara desprovista de máscaras, sus ojos culpables estaban vacíos, se reconoce como un asesino que acaba de ver a su víctima que debe eliminar. El rostro ha cambiado a un rostro de piedra que cuelga como una masa inerte.
     Se acercó sigilosamente al Loquillo. Éste que con un pedazo de alambre oxidado dibujaba figuras en la tierra, nunca se percató de su presencia. Sintió un par de manos  atenazar el cuello. Chilló levemente y trató de manotear el aire. En cambio el rostro del Limpiador era una imagen de la demencia, porque el Dedo Índice tarareaba tipití, tipitó, tata, ta,ta. El Loquillo chilló más fuerte, más  agudos y terribles, sus ojos negros en desesperación se revolvían. El ejecutor le tapó la boca y el corvo inició la búsqueda de la yugular para cortar de un golpe toda la maldad. De la boca del Loquillo manaba sangre, se oyó el crujir de huesos. El cuerpo se desplomó, la sangre salpicó el suelo. Luego el máuser habló, depositando una bala en el centro de la cabeza del desdichado. El Dedo índice continuaba con su melodía tipití, tipitó, ta, ta, ta. Se limpió la mano enguantada del viscoso líquido en la ropa del delincuente, dejando largas manchas rojas. Dijo –Ahora descansa en paz. Como en los negocios, no dejo heridos, no tomo prisioneros, ni doy segundas oportunidades- Se encogió de hombros y rió. Dio la espalda a su víctima y se marchó en dirección a la oscuridad que ya amenazaba al block 35.
    
Mientras la pareja  bailaba salsa, el hombre desvestía a la mujer entre besos y caricias. Ella, se refregaba contra él y con el movimiento le indicaba que no la satisfacía el roce o la ondulación de los cuerpos Pronto quedó desnuda, sólo tenía puestos sus zapatos de tacones altos. La carne de la fémina asomaba voluptuosa en ofrenda sobre la cama. El anciano transformado en el fiel retrato de la derrota, lloraba de rodillas frente a un espejo. La soledad en vano intentaba consolarlo. Las cuentas impagas continuaban sobre la mesa, mientras el hombre encendía, nervioso,  un cigarro. El jugador de cartas iniciaba un nuevo juego barajando los naipes como un consumado profesional. Los perros al sonido del disparo huyeron despavoridos. En cambio los ojos de los niños se habían abiertos desmesurados por el terror. Con el corazón palpitante en aceleración desbocada, no olvidarían esa cara de piedra blanca como la sal. Sus bocas como si les hubiesen inyectado novocaína, olvidaron los sonidos, inmóviles y sordos a las palabras de la madre que los llamaba a cenar. Vieron al Diablo caminar por el sitio eriazo.
    
Rubén, retornó al automóvil iniciando una prolija limpieza a sus manos y los utensilios de muerte. La brisa nocturna que agitó cortinas y levantó polvo dio por terminado su trabajo. Giró la llave de contacto del motor y se fue quizás a otra ejecución. La ventana del pasado abruptamente desapareció de su mente y la realidad le ubicó ante la esquela en blanco y el bolígrafo sobre el escritorio. No estaba seguro si escribiría su confesión…


2 comentarios:

  1. Mario....eres uno de los pocos (tal vez junto a mi amigo Bernardo Astudillo) que logra atraparme sutil y firmemente al mismo tiempo, cada vez que leo uno de tus cuentos. También ese enfoque descarnado y tan real que te distingue contribuye a ello. Y es bueno sabes?, porque logras atrapar al lector sin esfuerzo y que comparta con tu protagonista toda emoción y hasta el entorno, muy bien descrito. Quilicura, esta vez, me di cuenta...
    Felicitaciones!

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  2. Gracias Amanda. Este cuento es parte de uno de los capítulos de mi novela inédita Mauser 5. Este relato nace de la sugerencia de un joven lector muy perpicaz. Gracias por tu comentario.
    Mario Cáceres (Baruc)

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