domingo, 24 de abril de 2011

HASTA LOS 25´ NO MÁS



                                                     Hernán Jara


Después de 25 años de casados, Gabriela Maturana y Alfredo Peñaloza han decido separarse, la relación no da para más,  pero Carolina y Mario, sus hijos, ponen como condición que los padres esperen un tiempo y de den una segunda oportunidad.

Los Peñaloza Maturana son un matrimonio de clase media, ella es dueña de casa y alguna veces coloca inyecciones y hace curaciones a vecinos del barrio, ya que antes de casarse estudió primeros auxilios y fue voluntaria en la Cruz Roja . Alfredo trabaja hace unos años como vendedor en un local de ropa masculina. Ambos se casaron jóvenes y muy enamorados, así lo avalan  sus familias y amigos cercanos. Profesan la religión católica y van a misa todos los domingos. Ahora último  ni ellos mismos imaginaban que se derrumbaría lo que por años habían construido con amor y esfuerzo, se asomaba una crisis matrimonial. Alfredo comienza a ser  particularmente el protagonista, primero empieza por no estar  en su casa, a despreocuparse de su esposa y perder comunicación con los hijos. Su excusa es el trabajo, ya que fue ascendido a jefe de  local, lo que significó por cierto más responsabilidades. Valiéndose de esto justificará hábilmente el abandono como esposo y padre de familia. Gabriela, tranquila y comprensiva, en un principio decía poco, sutilmente le reclamaba  que era un trabajólico.

Pasaron los meses y esta situación se convirtió en algo rutinario. Para Gabriela era ya una molestia. Alfredo comenzó a llegar casi todos los días pasada la medianoche, ni siquiera conversaban de sus hijos. La intimidad de pareja ya no fue la misma; no había esa magia y pasión al hacer el amor,  no existía la más mínima complicidad para con sus cuerpos. Gabriela para involucrarse sexualmente tenía que hacer un esfuerzo y no llegaba al orgasmo, el hombre decía que estaba muy cansado y todo finalizaba con miradas que sólo delataban desamor y culpabilidad. Con todo esto, los hijos se sentían impotentes  y otras veces se hacían los desentendidos, ya que las discusiones eran  cada vez más frecuentes. 

En más de una oportunidad sintieron llorar a su madre por las noches. La situación no daba para más, debido a esto se armaron de valor y decidieron enfrentarlos, pero desgraciadamente nada consiguieron Como si ambos se hubieran puesto de acuerdo, explicaron que a estas  alturas de la vida suele suceder que la convivencia se desgaste y  que esto iba a solucionarse  pronto.

Un domingo por la noche todo este montaje  se vino abajo y el volcán matrimonial dio su  primera y convincente erupción reflejada en  una gran discusión: gritos, palabras ofensivas, recriminaciones, groserías e incluso  cachetadas. Este espectáculo fue presenciado desde la escalera por sus atónitos hijos . Todo terminó con Alfredo durmiendo en uno de los sillones del living, Gabriela en su pieza, desvelada y llorando, Carolina y Mario permanecían  en sus habitaciones, angustiados y asustados.

Al otro día Gabriela desayunó con sus hijos y les dijo que estaba decidida a separarse, Carolina que tiene su carácter parecido al padre pregunta en forma franca y directa ­– “¿MI padre tiene una mujer?- Gabriela no contesta. Mario, un poco más tímido y algo nervioso agrega: - Hermana, cómo se te ocurre pensar eso, papá nunca llegaría a tanto. La madre  no puede contenerse y se larga a llorar.  Después responde :- A estas alturas, de tu padre espero cualquier cosa. Si tiene una amante,  bien  por él, pero que empiece a  hacer sus maletas,   ustedes saben que he sido fiel como mujer y esposa, bueno lo que importa ahora es no seguir sufriendo, sobre todo ustedes, bastante han tenido y les pido perdón por no haber parado esto a tiempo, lo más sano para todos es la separación. Dios sabe por qué hace las cosas y pasará lo que tenga que pasar,  aunque esto no es fácil y nos deje a todos mal -.Sus hijos a modo de consuelo le dicen que todo tiene solución y dándole  un beso en la cara. Carolina va hasta su pieza, Mario al baño y Gabriela se dirige con las tazas a  la cocina.

 Una semana después, los hijos citan a sus padres  para anunciarles que en un principio aceptan la separación, pero que  por favor  no se queden en los 25 años y por todo el tiempo que han compartido se regalen una oportunidad. Alfredo se va a sentar a cierta distancia de Gabriela y les comunica la noticia, algo supuestamente inesperado, está algo nervioso y se toma algunos segundos antes de hablar: -hijos, agradezco de verdad este gesto, no esperaba menos de ustedes, si supieran cuanto me duele esto, pero tarde o temprano iba a pasar,  creo sinceramente  que era algo inevitable, sin embargo, quiero que sepan que cuentan   con mi amor incondicional  y que su madre  no tiene culpa de nada, si hay un culpable de todo soy yo,  tienen una linda mamá. Hace un tiempo  encontré  otra mujer y voy a rehacer mi vida  con ella, a Gabriela se lo  he comunicado ayer- Gabriela se para por inercia, va hasta la puerta y sale. Sus hijos quedan perplejos, se miran el uno al otro, no hay palabras. Alfredo  los abraza fuertemente y no contiene su emoción; “Que Dios me perdone y  los bendiga siempre.
  
Alfredo al salir no cruza mirada con la esposa, ésta se encuentra con la mirada fija en una hermosa rosa roja de su jardín, pasan los segundos, la mujer levanta su cabeza, va hasta la puerta de calle, espera ver la figura del hombre pero éste ya se ha perdido. Ella queda por varios minutos en actitud pensativa; “Cuando el jardín se mantiene bien cuidado uno espera que la rosa y el clavel no cambien de color, pero cuando el clavel ha mirado mucho rato a otra flora la rosa no le queda más que desteñirse”         

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