Parece redundante mencionar que acabamos de pasar septiembre, mes en que se celebra el bicentenario de la independencia del país. Las palabras salen algo forzadas después de tanto uso y la cercanía impide apreciar la importancia del hecho. Una puede dolerse de estar situada en un país del llamado tercer mundo con todas las penurias que esto significa, de verse presionada por los conflictos derivados del despojo de sus tierras a que se ven enfrentados los pueblos originarios, de haber pasado por la terrible experiencia de una dictadura larga y cruenta, de que el país y sus habitantes hayan quedado con heridas a medio cicatrizar por la falta de justicia. Pero, en medio de todo esto, surgen en la memoria cientos de personas que han contribuido a lograr mayor justicia y bienestar, a reivindicar el lugar de la mujer, tan brutalmente desplazada por una tradición de abuso milenario, a devolver la confianza en nuestros compatriotas.
Figuras como Clotario Blest, Amanda Labarca, el Padre Alberto Hurtado, Elena Caffarena,
Gabriela Mistral, Jaime Castillo Velasco, entre tantos otros, hacen con su ejemplo que la cabeza se levante y se pueda mirar el futuro con esperanza.
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