Por Carolina Rosales Stevenson
Amor:
Eres un sentimiento intenso a esta débil humanidad que, partiendo de su propia insuficiencia para abrir los ojos y despertar a un alma desolada, necesita y busca el encuentro propicio para soltar las riendas de un par de corazones abandonados por ser incomprendidos.
Solo soy quien soy sin pretensión de ser más ni menos. Te dije un día aquello que guardé porque no podía seguir callando; fui sincera, de mí no esperes más, falta tu respuesta y a estas alturas no sé si exista el deseo de escuchar.
Amistad:
Tu nombre crea la oportunidad que tenemos los mortales para acercarnos al dolor y la dicha. Así comenzó mi sentir, poco a poco, mis penas se fueron alejando y los dolores lentamente lograron la sanación. Creíste en mí y en lo que hacía, contigo aprendí a dividir la tristeza y a multiplicar la alegría.
De un día para otro hubo un cambio radical, malos entendidos y discusiones fueron el manto negro que cubrió la esencia de un compañerismo sólido, casi una hermandad.
Hoy, la calma tocó a mi puerta y me ha vestido con géneros de sensatez, aunque sigamos manteniendo lazos y nexos, por mi parte nuestro compartir ya no será el mismo.
Sin más que decir, cordialmente me despido…
Hasta siempre,
Amigo.
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