por Osvaldo Mora
Román es un niño mal criado. Quizás por ser hijo único, egoísta. Sus padres le compran todo lo que él quiere, tiene pelota de fútbol, bicicleta, radio,zapatillas de marca etc.. está por cumplir 12 años, dice que pololea con Ester Pereda, una niña bonita, graciosa y juguetona.
Un día el muchachito la ve elevando volantines con un compañero de colegio, llamado Rubén. Estaban felices, eso le causó gran enojo y trató en forma grosera a la pareja que jugaba sanamente. La niña le respondió con calma:
-Sólo estamos elevando volantines, ven, elevemos uno los dos.
- ¡Jamás! y nunca mas hablaré con ustedes. Ahora iré al río a escuchar la música que me gusta. Partió sin despedirse.
En el camino se encuentra con su padre, quién al verle de mal humor decide acompañarle. Pregunta el porque de su enojo.
- Es que la Ester y el Rubén están jugando juntos.
- Ellos y tú tienen todo el derecho a jugar.
- Pero, Ester es mi polola.
- Hijo, ella no es un objeto, por lo tanto no es de tu propiedad.
- Si, pero yo no hablaré nunca mas con ellos.
En eso llegan junto al río; las aguas están tranquilas, no se siente la menor brisa. En el fondo se ve caminando una pancora, que la enturbia levemente. Una mariposa moja sus patitas y se para sobre unas flores silvestres.
Román sacó sus zapatos queriendo refrescar sus piés, entonces ve reflejado en el río, el rostro de la niña y su amigo, ambos sonreían, lo cual le enfurece. Toma una gran piedra, que lanza al rostro de ellos, de inmediato siente que los dedos de su mano derecha pierden movilidad. Su papá al darse cuenta, se asusta y sólo logra decir: es castigo por golpear el agua, debes agradecer que no se paralizó todo tu brazo. El niño parecía no escuchar, recoge una botella plástica y saca agua, dejándola sobre el pasto dice: - tambien te castigaré por lo que me hiciste y sacando una radio, pone un cassette con música rock de corte satánico, la coloca muy cerca del envase y da todo el volumen. El agua empieza a retorcerse con muestras de dolor, hasta quedar hecha un ovillo gris y deforme. Román ríe y se burla.
Sorpresivamente de la botella surge un brillante espejo- Gracias por tu regalo, alardea el indolente y tomándolo empieza a mirarse en él; al instante se da cuenta que su rostro va cambiando, aparecen rasgos horribles que le asustan, intenta lanzarlo al suelo, pero no puede, sus manos están aferradas a él con tal fuerza, que el padre no puede desprenderlo de ellas.
El niño llora amargamente. Su progenitor no sabe que hacer. Se oye un suave ladrido, aparece tras unos arrayanes un perrito blanco y lanudo con un corbatín negro. A corta distancia le sigue su amo, el mapuche Huenchupán; con una rama de maqui espanta a un colihuacho, que quiere probar su sangre.
- Mag maggi, peñi huinka.
- Mag maggi, peñi, responde el padre de Román.
- Ya se lo que pasó a tu hijo, ofendió gravemente al agua y ella de vez en cuando, da un escarmiento. Voy a interceder en favor de tu niño, pero conversarás con él para que cambie su conducta.
- Gracias peñi, si le salvas te lo agradeceré toda la vida.
- Sé que eres buen huinka, por eso lo intentaré. Moja sus manos en el río y luego se pone al lado del jovencito. Su mano izquierda la posa sobre la derecha del niño y extiende la otra sobre el espejo. Al contacto de aquella piel callosa, el vidrio empieza a chorrear agua, dejando libre las manos de Román, quién en muestra de agradecimiento, cosa que nunca hacía, abraza al originario y luego a su padre. Al apretar los cuerpos, se da cuenta que sus dedos han logrado moverse de nuevo.
- Ahora falta lo mas dificil, hacer que tu rostro vuelva a la normalidad; saca el casete que tiene tu radio y coloca este.
El muchachito cumple el pedido, entonces Huenchupán toma su mano y camina con él al río.
Ambos se adentran algunos metros; el padre con ansiedad y en silencio escucha lo que dirá el hombre de la tierra al agua.
éste empieza a hablar:
- Bella y mágica dueña de la vida en todo ser viviente, te ruego perdones a este pequeño por saber tan poco de tí, que la culpa no es sólo de él, por favor escucha al muchacho.
Sin mover ni un solo músculo de su apacible rostro, el agua pone atención.
- Perdona mi ignorancia y odio a los demás; si lo haces iré por el mundo defendiéndote, no permitiendo que te contaminen, pero sobre todo enseñando a otros niños sobre tu bondad y tu poder, perdóname agua.
El mapuche pide a Román, escuchar la grabación. Suavemente se empieza a oir a un Coro de Niños, que habla de la defensa a la Naturaleza, Mares, Rios, Aire, Flora y Fauna. El muchachito siente que la letra llega al fondo de su corazón, sin darse cuenta brotan las lágrimas y éstas borran toda huella de fealdad. El llanto no le deja ver y no se ha percatado de la transformación del río.
- Limpia tus ojos, lo hace con ambas manos, entonces puede ver un espejo de grandes dimensiones y en él su rostro tal como era. Demuestra toda su alegría gritando:
¡Peñi, Huenchupán, mamá, papá, Ester, Rubén, niños del mundo!
¡El agua es Sagrada!
Paiyako.
sábado, 17 de julio de 2010
CUASIMODO
por Yorka Gallegos Urzúa
Banderas
traen los huasos
montados a caballo
vitoreando al señor
de los ejércitos
ciclistas
carretas
guirnaldas y flores
escoltan
la Virgen del Carmen
Cinco de abril
calle que mira
curiosa
hacia el templo
Cuasimodistas
corriendo vienen a Cristo
con pañuelos blancos y
amarillos
de un emblema papal
Hostias consagradas
llevan a los enfermos
como niños recíen nacidos
Al son de guitarras
fé y devoción
se mezclan
sobre una nube de polvo
Campanadas anuncian a
Jesús resucitado
en esta cita
entre Dios y
su pueblo
UNA CARTA JAMÁS ENVIADA
Por Carolina Rosales Stevenson
Amor:
Eres un sentimiento intenso a esta débil humanidad que, partiendo de su propia insuficiencia para abrir los ojos y despertar a un alma desolada, necesita y busca el encuentro propicio para soltar las riendas de un par de corazones abandonados por ser incomprendidos.
Solo soy quien soy sin pretensión de ser más ni menos. Te dije un día aquello que guardé porque no podía seguir callando; fui sincera, de mí no esperes más, falta tu respuesta y a estas alturas no sé si exista el deseo de escuchar.
Amistad:
Tu nombre crea la oportunidad que tenemos los mortales para acercarnos al dolor y la dicha. Así comenzó mi sentir, poco a poco, mis penas se fueron alejando y los dolores lentamente lograron la sanación. Creíste en mí y en lo que hacía, contigo aprendí a dividir la tristeza y a multiplicar la alegría.
De un día para otro hubo un cambio radical, malos entendidos y discusiones fueron el manto negro que cubrió la esencia de un compañerismo sólido, casi una hermandad.
Hoy, la calma tocó a mi puerta y me ha vestido con géneros de sensatez, aunque sigamos manteniendo lazos y nexos, por mi parte nuestro compartir ya no será el mismo.
Sin más que decir, cordialmente me despido…
Hasta siempre,
Amigo.
Amor:
Eres un sentimiento intenso a esta débil humanidad que, partiendo de su propia insuficiencia para abrir los ojos y despertar a un alma desolada, necesita y busca el encuentro propicio para soltar las riendas de un par de corazones abandonados por ser incomprendidos.
Solo soy quien soy sin pretensión de ser más ni menos. Te dije un día aquello que guardé porque no podía seguir callando; fui sincera, de mí no esperes más, falta tu respuesta y a estas alturas no sé si exista el deseo de escuchar.
Amistad:
Tu nombre crea la oportunidad que tenemos los mortales para acercarnos al dolor y la dicha. Así comenzó mi sentir, poco a poco, mis penas se fueron alejando y los dolores lentamente lograron la sanación. Creíste en mí y en lo que hacía, contigo aprendí a dividir la tristeza y a multiplicar la alegría.
De un día para otro hubo un cambio radical, malos entendidos y discusiones fueron el manto negro que cubrió la esencia de un compañerismo sólido, casi una hermandad.
Hoy, la calma tocó a mi puerta y me ha vestido con géneros de sensatez, aunque sigamos manteniendo lazos y nexos, por mi parte nuestro compartir ya no será el mismo.
Sin más que decir, cordialmente me despido…
Hasta siempre,
Amigo.
EPOPEYA Y MILAGRO
Cuento escrito en Julio 2007 por JUAN RAMON CUELLO FORMAS
para el curso de Narrativa impartido por la Municipalidad de Maipú.
La Escuela Parroquial de Maipú se ubicaba detrás de aquella mole en construcción que un día sería el Templo Votivo, santuario que se originaba en una solemne promesa que hizo el Padre de la Patria don Bernardo O”Higgins Riquelme, al obtener el triunfo en la batalla librada el 05 de Abril de 1818.
Eran los últimos días de Noviembre de 1954, y los trabajos de aquel templo marchaban muy lentamente. Una que otra vez se veía a un grupo de obreros levantando murallas, enfierrando paneles, pero nada más que eso.
El joven y esforzado cura del pueblo, don Alfonso Alvarado Manrique, hombre lleno de energías, había logrado unir esfuerzos y conseguir que se edificara esa escuelita que tanto habría de servir a los niños pobres de Maipú, comuna que a la sazón contaba ya con apreciable cantidad de habitantes.
Allí estudiaba Choche, llamado legalmente Jorge Palacios, un niño de cara redonda, de ocho años de edad, siempre luchando por la caída de los mocos de su nariz, y partidas sus manos por el frío del invierno, que capeaba apenas en la modesta casita en que vivía con sus padres y hermanos.
Choche era alegre y rápido de mente. Inquieto por naturaleza, no había ningún niño que le ganara al juego de los tres hoyitos, con esas bolitas de piedra que compraba en el almacén de don Raúl.
Le fastidiaba que su madre le mandara a comprar parafina, pues en aquel lugar habían unos muchachos mayores que él que se reían de su pequeño porte y de sus feos y gastados zapatos. Pero la obediencia en su hogar era férrea, y las ordenes se cumplían al pie de la letra.
En la escuela era un alumno regular, a pesar de que don Evaristo, su padre, era muy exigente.
Simplemente a Choche, como a tantos niños como él, no le interesaban las matemáticas, ni el castellano ni la historia. Los estudiaba lo justo y necesario.
Pero donde el entusiasmo cambiaba completamente, era en el ramo de ciencias naturales. Choche se fascinaba con las flores, los árboles, las frutas y los insectos, teniendo varios de ellos disecados sobre un trozo de cartón.
Fue en una muy especial oportunidad en que la Escuela Parroquial consiguió que un prestigiado científico de la Universidad de Chile hiciera una clase de ciencias naturales, y llevara un microscopio para enseñar a los niños el fascinante e incógnito mundo de los microorganismos.
Choche no se apartó ni un momento del lado del profesor, ocupando cada vez que se lo permitían el maravilloso aparato técnico, descubriendo los secretos de la textura de las alas de una mariposa o la formación anillada y extraña de varias hojas de árboles y plantas.
Al término de la clase, el catedrático se despidió del profesor y de los niños, asegurándoles que volvería lo más pronto posible. Preguntó con interés por el nombre de aquel muchachito que tanta atención había puesto a la clase, y que el microscopio había dejado boquiabierto.
Nuestro Choche no pudo dormir tranquilo esa noche. Le venían una y otra vez a la mente esas figuras extrañas de maravillosos colores ; esas cabezas gigantes que se podían ver de hormigas y moscas, que el microscopio dejaba al descubierto.
El adivinaba que ese instrumento podía tener múltiples aplicaciones e influir positivamente en la gente, con sus incontables descubrimientos. Pensaba y pensaba lo feliz que él sería si tuviera en su casa un microscopio. Era su deseo más ferviente, pero sabía muy bien, y le apenaba muchísimo, que eso sería imposible para él, un niño pobre hijo de un obrero de INSA, la Fábrica Nacional de Neumáticos, que ganaba un sueldo que alcanzaba justo para sostener a la familia.
Una lágrima cruzó su cara, que le hizo enojarse consigo mismo. Ya llegaría el momento de tener lo que deseaba. Cuando adulto trabajaría duro para lograrlo. Mientras tanto debía ser fuerte.
Pasaron los días y Choche continuaba recolectando plantas, flores y tubérculos. Todo le interesaba. Su modesto dormitorio de su hogar contenía de todo lo que de vegetal e insectario pudiera haber. Su madre tenía gran paciencia al hacer el aseo y dejar después todo en su lugar.
Por otra parte Choche preguntaba insistentemente a su profesor por el retorno del científico y su microscopio, pero no obtenía respuesta.
Una noche de martes tuvo un sueño. Se vio en medio de la Batalla de Maipú, auxiliando a un soldado que había quedado rezagado de su línea. Era un hombre joven a quien Choche le daba agua y le acomodaba la cabeza herida.
Despertó sobresaltado casi a la hora en que debía levantarse para ir a la escuela. Soñoliento aún tomó su desayuno y se encaminó hacia el sector poniente del Templo Votivo, que era la ruta hacia su escuela.
Pasando por detrás del alto murallón, y entre la maleza que allí había y sin que nadie le acompañara, una luz de color celeste intenso se le presentó a unos pocos metros.
Se restregó los ojos intensamente y pudo ver con claridad a un hombre que vestía un hermoso uniforme militar que a Choche le recordó aquellos que había visto en los libros de Historia.
El militar se acercó sonriente y le estrechó la mano. ¡No temas Choche! le dijo. ¡Me presentaré. Soy o fui más bien dicho Ovidio Vicencio, soldado de infantería bajo el mando del general Juan Gregorio de las Heras. Luché en la batalla que se libró hace ciento treinta y seis años en este mismo lugar, y caí herido de muerte, no sin antes recibir agua y palabras de consuelo de un niño parecido a ti.!
¡De donde yo vengo sabemos todo lo que ustedes aquí piensan y hacen. Conozco tu afinidad a la botánica y al estudio de los insectos. He venido a ayudarte; sé que deseas tener un microscopio. Pues bien, busca unos pasos más hacia delante, y pegada a la muralla encontrarás algo que será lo que te llevará a tener aquello que tanto anhelas!
Choche no alcanzó a pestañear cuando ya toda la visión se había desvanecido. Muy aturdido aún empezó a buscar lo que el soldado le había indicado, pero no encontró nada de nada.
Pensando que todo lo había imaginado, inició su camino a la escuela, pero a poco caminar tropezó fuertemente con algo. Era un trozo de metal que sobresalía del suelo.
Comenzó a cavar como pudo, y al rato sacó a la superficie algo que lo dejó perplejo. Era una bellísima espada muy bien conservada, que de seguro había sido de alguien que luchó aquel 05 de Abril de 1818. Cuidadosamente la guardó entre la maleza, tapándola con tierra.
En la escuela, esa mañana se le hizo eterna. Al mediodía volvió al lugar en donde había dejado la espada, la envolvió en papel de diarios que había conseguido, y la llevó rápidamente a su casa.
Cuando su padre vio el arma, tan bien conservada, no podía creer lo que veía. Era una pieza magnífica, y de inmediato pensó que su jefe en INSA, don Eliécer Subiabre la compraría sin regatear. Era hombre versado en Historia de Chile, y un eximio coleccionista de armas.
Choche le contó a su padre cómo había encontrado la espada, pero sin decirle una palabra del suceso con el soldado fantasma.
Don Evaristo decía en la mesa, a viva voz, que vendería muy bien la espada y con el dinero podría hacer los arreglos que la casa requería por tanto tiempo.
Choche escuchaba esto y callaba, rumiando su pena y su desilusión, pero también confiaba en lo que el soldado le había dicho: “encontrarás algo que será lo que te llevará a tener aquello que tanto anhelas”
Dos días después, el jefe de don Evaristo quedó maravillado con la espada que se le presentó a sus ojos.
¡Te doy de inmediato tres mil pesos por ella!, le dijo.
El padre de Choche aceptó sin titubear. Era mucho dinero y alcanzaría para muchas cosas.
Al día siguiente, doña Mercedes, madre de nuestro personaje, muy temprano de mañana le dijo a su esposo que había tenido un fugaz sueño, en que una voz desconocida le decía que Choche era el legítimo dueño de la espada, y que por lo tanto debía decidir él, el destino de ese dinero.
¡Creo, viejo , le dijo, que sería la ocasión de que el niño tenga ese aparato que no sé como se llama ,del que tanto ha hablado, y que pueden verse muy grandes las lanzetas de las abejas!
¡Mujer, eso es imposible. No sabemos cuanto cuesta eso. Ni pensarlo!
Pasaban los días y Choche mostraba su frustración en su carita redonda y cachetona, lo que no pasaba desapercibido para sus padres.
Hasta que una tarde, don Evaristo cedió.
¡Voy donde el doctor Miranda!, le dijo a su esposa. ¡El me dirá como llegar a comprar ese bendito instrumento!
¡Sencillo, pues hombre! ,le dijo el bonachón médico. ¡Mañana debo ir a pagar un medidor de presión a la casa especializada de don Gustavo Brescia, en calle Huérfanos de Santiago. Allí podré comprar el microscopio. Debo advertirte que el aparato es caro, eso sí!
Fue un 22 de Diciembre de 1954 que el doctor Miranda pagó dos mil novecientos pesos por un estupendo microscopio.
El vendedor le dijo que había ocurrido algo muy inusual. El aparato era el único que había en existencia y lo había reservado un laboratorio de Rancagua, sin embargo sólo esa mañana habían avisado que no lo comprarían por el momento, quedando libre para su venta.
El aparato fue guardado convenientemente por los padres de Choche, quien ya se había olvidado del asunto.
Don Evaristo se lamentaba no haber podido ocupar el dinero para arreglar la casa, pero sabía que su hijo tendría una inmensa felicidad de poder estudiar en detalle a mariposas, pétalos, hojas, tallos, cucarachas y todo aquello que le fascinaba.
Fue así como de costumbre en esos años, Choche se acostó temprano esa Nochebuena, y al amanecer, al pié del modesto árbol navideño se ubicaba una caja de regular tamaño, que abrió con curiosidad.
Dio sólo un grito, esos gritos de felicidad que la gente humilde y modesta da muy de tarde en tarde, pero que se escuchan desde lejos.
Hoy, en el año 2007, por cumplirse cincuenta y tres años de esa noche maravillosa, Choche es un respetado y sabio científico, especialista en el estudio de insectos y vegetales.
Se desempeña en un instituto de gran prestigio en Illinois, Estados Unidos, y cada vez que viene a Chile, junto con visitar la tumba de sus padres en el Cementerio Parroquial de Maipú, concurre al ya terminado y bello Templo Votivo, se da lentamente una vuelta por la parte posterior de ese recinto de oración, y reza en silencio por el alma de los que cayeron allí, en 1818.
para el curso de Narrativa impartido por la Municipalidad de Maipú.
La Escuela Parroquial de Maipú se ubicaba detrás de aquella mole en construcción que un día sería el Templo Votivo, santuario que se originaba en una solemne promesa que hizo el Padre de la Patria don Bernardo O”Higgins Riquelme, al obtener el triunfo en la batalla librada el 05 de Abril de 1818.
Eran los últimos días de Noviembre de 1954, y los trabajos de aquel templo marchaban muy lentamente. Una que otra vez se veía a un grupo de obreros levantando murallas, enfierrando paneles, pero nada más que eso.
El joven y esforzado cura del pueblo, don Alfonso Alvarado Manrique, hombre lleno de energías, había logrado unir esfuerzos y conseguir que se edificara esa escuelita que tanto habría de servir a los niños pobres de Maipú, comuna que a la sazón contaba ya con apreciable cantidad de habitantes.
Allí estudiaba Choche, llamado legalmente Jorge Palacios, un niño de cara redonda, de ocho años de edad, siempre luchando por la caída de los mocos de su nariz, y partidas sus manos por el frío del invierno, que capeaba apenas en la modesta casita en que vivía con sus padres y hermanos.
Choche era alegre y rápido de mente. Inquieto por naturaleza, no había ningún niño que le ganara al juego de los tres hoyitos, con esas bolitas de piedra que compraba en el almacén de don Raúl.
Le fastidiaba que su madre le mandara a comprar parafina, pues en aquel lugar habían unos muchachos mayores que él que se reían de su pequeño porte y de sus feos y gastados zapatos. Pero la obediencia en su hogar era férrea, y las ordenes se cumplían al pie de la letra.
En la escuela era un alumno regular, a pesar de que don Evaristo, su padre, era muy exigente.
Simplemente a Choche, como a tantos niños como él, no le interesaban las matemáticas, ni el castellano ni la historia. Los estudiaba lo justo y necesario.
Pero donde el entusiasmo cambiaba completamente, era en el ramo de ciencias naturales. Choche se fascinaba con las flores, los árboles, las frutas y los insectos, teniendo varios de ellos disecados sobre un trozo de cartón.
Fue en una muy especial oportunidad en que la Escuela Parroquial consiguió que un prestigiado científico de la Universidad de Chile hiciera una clase de ciencias naturales, y llevara un microscopio para enseñar a los niños el fascinante e incógnito mundo de los microorganismos.
Choche no se apartó ni un momento del lado del profesor, ocupando cada vez que se lo permitían el maravilloso aparato técnico, descubriendo los secretos de la textura de las alas de una mariposa o la formación anillada y extraña de varias hojas de árboles y plantas.
Al término de la clase, el catedrático se despidió del profesor y de los niños, asegurándoles que volvería lo más pronto posible. Preguntó con interés por el nombre de aquel muchachito que tanta atención había puesto a la clase, y que el microscopio había dejado boquiabierto.
Nuestro Choche no pudo dormir tranquilo esa noche. Le venían una y otra vez a la mente esas figuras extrañas de maravillosos colores ; esas cabezas gigantes que se podían ver de hormigas y moscas, que el microscopio dejaba al descubierto.
El adivinaba que ese instrumento podía tener múltiples aplicaciones e influir positivamente en la gente, con sus incontables descubrimientos. Pensaba y pensaba lo feliz que él sería si tuviera en su casa un microscopio. Era su deseo más ferviente, pero sabía muy bien, y le apenaba muchísimo, que eso sería imposible para él, un niño pobre hijo de un obrero de INSA, la Fábrica Nacional de Neumáticos, que ganaba un sueldo que alcanzaba justo para sostener a la familia.
Una lágrima cruzó su cara, que le hizo enojarse consigo mismo. Ya llegaría el momento de tener lo que deseaba. Cuando adulto trabajaría duro para lograrlo. Mientras tanto debía ser fuerte.
Pasaron los días y Choche continuaba recolectando plantas, flores y tubérculos. Todo le interesaba. Su modesto dormitorio de su hogar contenía de todo lo que de vegetal e insectario pudiera haber. Su madre tenía gran paciencia al hacer el aseo y dejar después todo en su lugar.
Por otra parte Choche preguntaba insistentemente a su profesor por el retorno del científico y su microscopio, pero no obtenía respuesta.
Una noche de martes tuvo un sueño. Se vio en medio de la Batalla de Maipú, auxiliando a un soldado que había quedado rezagado de su línea. Era un hombre joven a quien Choche le daba agua y le acomodaba la cabeza herida.
Despertó sobresaltado casi a la hora en que debía levantarse para ir a la escuela. Soñoliento aún tomó su desayuno y se encaminó hacia el sector poniente del Templo Votivo, que era la ruta hacia su escuela.
Pasando por detrás del alto murallón, y entre la maleza que allí había y sin que nadie le acompañara, una luz de color celeste intenso se le presentó a unos pocos metros.
Se restregó los ojos intensamente y pudo ver con claridad a un hombre que vestía un hermoso uniforme militar que a Choche le recordó aquellos que había visto en los libros de Historia.
El militar se acercó sonriente y le estrechó la mano. ¡No temas Choche! le dijo. ¡Me presentaré. Soy o fui más bien dicho Ovidio Vicencio, soldado de infantería bajo el mando del general Juan Gregorio de las Heras. Luché en la batalla que se libró hace ciento treinta y seis años en este mismo lugar, y caí herido de muerte, no sin antes recibir agua y palabras de consuelo de un niño parecido a ti.!
¡De donde yo vengo sabemos todo lo que ustedes aquí piensan y hacen. Conozco tu afinidad a la botánica y al estudio de los insectos. He venido a ayudarte; sé que deseas tener un microscopio. Pues bien, busca unos pasos más hacia delante, y pegada a la muralla encontrarás algo que será lo que te llevará a tener aquello que tanto anhelas!
Choche no alcanzó a pestañear cuando ya toda la visión se había desvanecido. Muy aturdido aún empezó a buscar lo que el soldado le había indicado, pero no encontró nada de nada.
Pensando que todo lo había imaginado, inició su camino a la escuela, pero a poco caminar tropezó fuertemente con algo. Era un trozo de metal que sobresalía del suelo.
Comenzó a cavar como pudo, y al rato sacó a la superficie algo que lo dejó perplejo. Era una bellísima espada muy bien conservada, que de seguro había sido de alguien que luchó aquel 05 de Abril de 1818. Cuidadosamente la guardó entre la maleza, tapándola con tierra.
En la escuela, esa mañana se le hizo eterna. Al mediodía volvió al lugar en donde había dejado la espada, la envolvió en papel de diarios que había conseguido, y la llevó rápidamente a su casa.
Cuando su padre vio el arma, tan bien conservada, no podía creer lo que veía. Era una pieza magnífica, y de inmediato pensó que su jefe en INSA, don Eliécer Subiabre la compraría sin regatear. Era hombre versado en Historia de Chile, y un eximio coleccionista de armas.
Choche le contó a su padre cómo había encontrado la espada, pero sin decirle una palabra del suceso con el soldado fantasma.
Don Evaristo decía en la mesa, a viva voz, que vendería muy bien la espada y con el dinero podría hacer los arreglos que la casa requería por tanto tiempo.
Choche escuchaba esto y callaba, rumiando su pena y su desilusión, pero también confiaba en lo que el soldado le había dicho: “encontrarás algo que será lo que te llevará a tener aquello que tanto anhelas”
Dos días después, el jefe de don Evaristo quedó maravillado con la espada que se le presentó a sus ojos.
¡Te doy de inmediato tres mil pesos por ella!, le dijo.
El padre de Choche aceptó sin titubear. Era mucho dinero y alcanzaría para muchas cosas.
Al día siguiente, doña Mercedes, madre de nuestro personaje, muy temprano de mañana le dijo a su esposo que había tenido un fugaz sueño, en que una voz desconocida le decía que Choche era el legítimo dueño de la espada, y que por lo tanto debía decidir él, el destino de ese dinero.
¡Creo, viejo , le dijo, que sería la ocasión de que el niño tenga ese aparato que no sé como se llama ,del que tanto ha hablado, y que pueden verse muy grandes las lanzetas de las abejas!
¡Mujer, eso es imposible. No sabemos cuanto cuesta eso. Ni pensarlo!
Pasaban los días y Choche mostraba su frustración en su carita redonda y cachetona, lo que no pasaba desapercibido para sus padres.
Hasta que una tarde, don Evaristo cedió.
¡Voy donde el doctor Miranda!, le dijo a su esposa. ¡El me dirá como llegar a comprar ese bendito instrumento!
¡Sencillo, pues hombre! ,le dijo el bonachón médico. ¡Mañana debo ir a pagar un medidor de presión a la casa especializada de don Gustavo Brescia, en calle Huérfanos de Santiago. Allí podré comprar el microscopio. Debo advertirte que el aparato es caro, eso sí!
Fue un 22 de Diciembre de 1954 que el doctor Miranda pagó dos mil novecientos pesos por un estupendo microscopio.
El vendedor le dijo que había ocurrido algo muy inusual. El aparato era el único que había en existencia y lo había reservado un laboratorio de Rancagua, sin embargo sólo esa mañana habían avisado que no lo comprarían por el momento, quedando libre para su venta.
El aparato fue guardado convenientemente por los padres de Choche, quien ya se había olvidado del asunto.
Don Evaristo se lamentaba no haber podido ocupar el dinero para arreglar la casa, pero sabía que su hijo tendría una inmensa felicidad de poder estudiar en detalle a mariposas, pétalos, hojas, tallos, cucarachas y todo aquello que le fascinaba.
Fue así como de costumbre en esos años, Choche se acostó temprano esa Nochebuena, y al amanecer, al pié del modesto árbol navideño se ubicaba una caja de regular tamaño, que abrió con curiosidad.
Dio sólo un grito, esos gritos de felicidad que la gente humilde y modesta da muy de tarde en tarde, pero que se escuchan desde lejos.
Hoy, en el año 2007, por cumplirse cincuenta y tres años de esa noche maravillosa, Choche es un respetado y sabio científico, especialista en el estudio de insectos y vegetales.
Se desempeña en un instituto de gran prestigio en Illinois, Estados Unidos, y cada vez que viene a Chile, junto con visitar la tumba de sus padres en el Cementerio Parroquial de Maipú, concurre al ya terminado y bello Templo Votivo, se da lentamente una vuelta por la parte posterior de ese recinto de oración, y reza en silencio por el alma de los que cayeron allí, en 1818.
DOS POEMAS
De silencios
por Melania Tello Romero
Cómo duelen las noches, cómo duelen,
cuando la casa se queda silenciosa
y llegan a la mente los recuerdos.
La madera se expande o se contrae
y un crujido semejante a huesos,
pone en alerta los sentidos,
en la presencia que no llega,
o en la figura que no se configura.
Por la ventana se escurre el viento,
para rozar la mejilla con un beso lejano.
El corazón golpea insistente,
creyendo adivinar quien lo envía.
El vuelo de un ave rasgando la noche,
se detiene bruscamente en el árbol del patio,
como vigía misterioso.
Descolgado de una dimensión que no conoces
y eso acrecienta los miedos y las dudas.
Duelen las noches, cuando las horas se detienen
y puedes sentir las sensaciones más leves.
Siempre estarás en mí
Siempre estará en mí,
aunque tu nombre se borre de registros
y ya no celebremos tu cumpleaños,
ni salgamos a pasear otoños
o, a sentarnos bajo el árbol de la vida.
Siempre estarás en mí,
aunque el vino se evapore en la nostalgia,
y la sopa se espese en el olvido.
Cuando escuche los grillos en el campo
y vuelen las gaviotas sobre las olas,
o, en la roca más alta, contemplemos al sol,
ahogarse entre las aguas.
Siempre estarás en mí, al llenarme los sentidos,
con las notas que brotaron de tus dedos,
y tu voz, que pronunció mi nombre
hasta distorsionarse la palabra.
Cuando la noche me cubra con su velo
y sea como un feto entre las sábanas.
Además porque fuimos iniciados,
nos encendimos con el mismo fuego
y nos apagamos con la misma agua.
Siempre estarás en mí, amor, mi agridulce amor.
ALGUNAS COMENTARIOS TEXTUALES DE JOSÉ SARAMAGO
Recopilado por Oscar Rojas
«Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.»
· «Escribo para comprender, y desearía que el lector hiciera lo mismo, es decir, que leyera para comprender. ¿Comprender qué? No para comprender en la línea que yo estoy tratando de hacerlo; él tiene sus propios motivos y razones para comprender algo, pero ese algo lo determina él.»
· «En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que soy hoy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.»
· «La importancia que puede tener usar una palabra en vez de otra, aquí, más allá, un verbo más certero, un adjetivo menos visible, parece nada y finalmente lo es todo.»
· «Un libro es casi un objeto. Porque si es verdad que es algo voluminoso, que se puede tocar, abrir, cerrar, colocar en un estante, mirar e incluso oler (¿quién no ha aspirado alguna vez el aroma de la tinta y el papel ya fundidos en una página?) también es verdad que un libro es más que eso, porque dentro lleva, nada más y nada menos, la persona que es el autor. De ahí que sea necesario tener mucho cuidado con los libros, enfrentarse a ellos dispuestos a dialogar, a entender y a tratar de contarles lo que nosotros mismos somos. Los buenos libros, que es de lo que aquí se trata, están hechos con la honestidad y el trabajo de autor, luego hay que tratarlos también con honestidad y sin regatear esfuerzos.»
· «Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.»
«Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.»
· «Escribo para comprender, y desearía que el lector hiciera lo mismo, es decir, que leyera para comprender. ¿Comprender qué? No para comprender en la línea que yo estoy tratando de hacerlo; él tiene sus propios motivos y razones para comprender algo, pero ese algo lo determina él.»
· «En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que soy hoy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.»
· «La importancia que puede tener usar una palabra en vez de otra, aquí, más allá, un verbo más certero, un adjetivo menos visible, parece nada y finalmente lo es todo.»
· «Un libro es casi un objeto. Porque si es verdad que es algo voluminoso, que se puede tocar, abrir, cerrar, colocar en un estante, mirar e incluso oler (¿quién no ha aspirado alguna vez el aroma de la tinta y el papel ya fundidos en una página?) también es verdad que un libro es más que eso, porque dentro lleva, nada más y nada menos, la persona que es el autor. De ahí que sea necesario tener mucho cuidado con los libros, enfrentarse a ellos dispuestos a dialogar, a entender y a tratar de contarles lo que nosotros mismos somos. Los buenos libros, que es de lo que aquí se trata, están hechos con la honestidad y el trabajo de autor, luego hay que tratarlos también con honestidad y sin regatear esfuerzos.»
· «Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.»
ENTREVISTA A JOSÉ SARAMAGO SOBRE LA NOVELA: “Las intermitencias de la muerte”
Recopilado por Oscar Rojas
Pregunta:
No le parece a ratos una sátira, aunque pocos le asociarían a usted con ese género.
Respuesta:
No es exactamente una sátira, aunque haya en parte sátira, o mejor quizá crítica, de las costumbres y las instituciones, y las reacciones de la gente ante la muerte y la falta de muerte... la pregunta es: ¿qué pasaría si fuéramos eternos?
Pregunta:
¿Por qué “Las intermitencias de la muerte”?
Respuesta:
La muerte no es intermitente, nunca lo ha sido, cuando llega, llega y se acabó. Pero esa muerte es ahí realmente intermitente, es una muerte que decide que nadie más se morirá, decide ella, no porque los seres humanos le hayan pedido por favor que “acabe usted” con eso, por que estamos hartos de morir y ahora nos gustaría vivir para siempre.
Pero las consecuencias de que no haya muerte son verdaderamente catastróficas, es decir, justamente catastróficas. Si la muerte, por ponerlo así, dejara de trabajar, el mundo se convertiría en un caos ya relativamente, pero no se podría vivir. Es que sencillamente no podemos vivir sin ella, ese es el problema. Por que si no hay muerte eso no significa que no haya enfermedad, eso no significa que uno no envejezca, sencillamente no muere.
Pero la inexistencia de la muerte o si pudiéramos resolver ese problema “pues ahora se acabó la muerte” sería condenar al ser humano a una vejez eterna y como no se moriría nunca, sería eternamente viejo y cada vez más viejo, hasta llegar a un punto que no podría ser la muerte, porque la muerte no esta allí es que decimos que no podemos imaginar en qué situación se encontraría alguien. Ya no quiere decir eternamente, pero al fin y cabo de 200 años ó 300 años de vida, como en fin ¿cómo es que sería eso?
Pero con leer la novela se dará cuenta de qué estoy hablando.
Sería catastrófico, seria desastroso. Y hay otra consecuencia.
Todos sabemos que los gobiernos están muy preocupados con las pensiones o jubilaciones ¿y cómo es que vamos a pagar las pensiones, las jubilaciones y todo eso?
Ahora imagine que nadie se muriese, las consecuencias serían que todos los países entrarían en quiebra.
Entonces la muerte es realmente necesaria.
Necesaria por ejemplo a las religiones, porque solo tiene sentido cuando uno se muere.
Necesaria también a las filosofías, porque como decía Montaigne “filosofar es aprender a morir” y eso se acabaría por todo el sentido que tenemos de lo que es un ser humano.
Y entonces la muerte decide volver.
Pregunta:
No le parece a ratos una sátira, aunque pocos le asociarían a usted con ese género.
Respuesta:
No es exactamente una sátira, aunque haya en parte sátira, o mejor quizá crítica, de las costumbres y las instituciones, y las reacciones de la gente ante la muerte y la falta de muerte... la pregunta es: ¿qué pasaría si fuéramos eternos?
Pregunta:
¿Por qué “Las intermitencias de la muerte”?
Respuesta:
La muerte no es intermitente, nunca lo ha sido, cuando llega, llega y se acabó. Pero esa muerte es ahí realmente intermitente, es una muerte que decide que nadie más se morirá, decide ella, no porque los seres humanos le hayan pedido por favor que “acabe usted” con eso, por que estamos hartos de morir y ahora nos gustaría vivir para siempre.
Pero las consecuencias de que no haya muerte son verdaderamente catastróficas, es decir, justamente catastróficas. Si la muerte, por ponerlo así, dejara de trabajar, el mundo se convertiría en un caos ya relativamente, pero no se podría vivir. Es que sencillamente no podemos vivir sin ella, ese es el problema. Por que si no hay muerte eso no significa que no haya enfermedad, eso no significa que uno no envejezca, sencillamente no muere.
Pero la inexistencia de la muerte o si pudiéramos resolver ese problema “pues ahora se acabó la muerte” sería condenar al ser humano a una vejez eterna y como no se moriría nunca, sería eternamente viejo y cada vez más viejo, hasta llegar a un punto que no podría ser la muerte, porque la muerte no esta allí es que decimos que no podemos imaginar en qué situación se encontraría alguien. Ya no quiere decir eternamente, pero al fin y cabo de 200 años ó 300 años de vida, como en fin ¿cómo es que sería eso?
Pero con leer la novela se dará cuenta de qué estoy hablando.
Sería catastrófico, seria desastroso. Y hay otra consecuencia.
Todos sabemos que los gobiernos están muy preocupados con las pensiones o jubilaciones ¿y cómo es que vamos a pagar las pensiones, las jubilaciones y todo eso?
Ahora imagine que nadie se muriese, las consecuencias serían que todos los países entrarían en quiebra.
Entonces la muerte es realmente necesaria.
Necesaria por ejemplo a las religiones, porque solo tiene sentido cuando uno se muere.
Necesaria también a las filosofías, porque como decía Montaigne “filosofar es aprender a morir” y eso se acabaría por todo el sentido que tenemos de lo que es un ser humano.
Y entonces la muerte decide volver.
UN SUAVE TRINAR
por Cárlos Bórquez
Debería haber sido una típica mañana de otoño pero algo sucedía, la gente no estaba en el paradero de bus, todos estaban en una jardinera que divide las dos pista de circulación, los niños lamentaban no poder nunca más jugar a su alrededor, los jóvenes en donde dibujarán ese corazón que los liga a un amor inolvidable, para otros el paisaje no va ser el mismo sin este amigo que en esos días de mucho calor nos regala sombra y en esos días de lluvia nos protege de esos conductores que se regocijan mojando a los peatones, dentro de tanto sentimiento de pesar están los mas afectados haciendo presente su pesadumbre con un suave trinar.
Nadie se mueve del lugar y cada vez llegan más personas que no disimulan su pesar, algo muy curioso sucede, todas estas personas se ven a diario y nunca han reparado en saber del otro, a lo más un saludo que más parece un rictus y hoy están unidos y dialogando.
Muchas de estas personas se encuentran tan animadas compartiendo que se han olvidado de sus compromisos, un estruendoso ruido que viene desde un camión municipal que se ha estacionado a un costado de esta animada multitud rompe este placentero escenario, el grupo cede al individualismo todo vuelve a la normalidad las personas se disgregan rápidamente y el encantamiento se pierde, comienzan los empellones para subir al bus y todos se refugian en sus pensamientos, otros leen un periódico o van ensimismados con su celular.
Mientras los municipales se preparan para llevarse a este amigo caído a causa de más de una centuria de vida, en sus postreros momentos nos dio un último regalo, nos permitió unirnos, conocernos y compartir.
Este amigo caído seguirá estando presente en nuestras vidas, los municipales lo trozan y muchos vecinos llevan a su hogar parte de este gran ser como ornamento, en su lugar ya se encuentra un formidable y vigoroso retoño.
Debería haber sido una típica mañana de otoño pero algo sucedía, la gente no estaba en el paradero de bus, todos estaban en una jardinera que divide las dos pista de circulación, los niños lamentaban no poder nunca más jugar a su alrededor, los jóvenes en donde dibujarán ese corazón que los liga a un amor inolvidable, para otros el paisaje no va ser el mismo sin este amigo que en esos días de mucho calor nos regala sombra y en esos días de lluvia nos protege de esos conductores que se regocijan mojando a los peatones, dentro de tanto sentimiento de pesar están los mas afectados haciendo presente su pesadumbre con un suave trinar.
Nadie se mueve del lugar y cada vez llegan más personas que no disimulan su pesar, algo muy curioso sucede, todas estas personas se ven a diario y nunca han reparado en saber del otro, a lo más un saludo que más parece un rictus y hoy están unidos y dialogando.
Muchas de estas personas se encuentran tan animadas compartiendo que se han olvidado de sus compromisos, un estruendoso ruido que viene desde un camión municipal que se ha estacionado a un costado de esta animada multitud rompe este placentero escenario, el grupo cede al individualismo todo vuelve a la normalidad las personas se disgregan rápidamente y el encantamiento se pierde, comienzan los empellones para subir al bus y todos se refugian en sus pensamientos, otros leen un periódico o van ensimismados con su celular.
Mientras los municipales se preparan para llevarse a este amigo caído a causa de más de una centuria de vida, en sus postreros momentos nos dio un último regalo, nos permitió unirnos, conocernos y compartir.
Este amigo caído seguirá estando presente en nuestras vidas, los municipales lo trozan y muchos vecinos llevan a su hogar parte de este gran ser como ornamento, en su lugar ya se encuentra un formidable y vigoroso retoño.
DUERMO SUEÑOS EN ESTE RINCÓN
por Emilia Páez Salinas
de la vida, libre y sola,
sola y libre
como ya dije
en otro poema.
El carillón del Templo
me regala una
melodía de
vez en
cuando.
Veo esos ojos del pimiento
que miró a
O´Higgins
peleando la
Patria.
Prisionero del cemento, árbol,
tus raíces en el
reggaeton del
McDonald´s
están las
caderas
moviendo.
Maipú, 23 de junio, año 2010.
de la vida, libre y sola,
sola y libre
como ya dije
en otro poema.
El carillón del Templo
me regala una
melodía de
vez en
cuando.
Veo esos ojos del pimiento
que miró a
O´Higgins
peleando la
Patria.
Prisionero del cemento, árbol,
tus raíces en el
reggaeton del
McDonald´s
están las
caderas
moviendo.
Maipú, 23 de junio, año 2010.
UN ÁRBOL PRISIONERO
por Bruno Antonio Gonzalez
Ese árbol, nuestro árbol, creció en medio de un bosque de pimientos.
Maipú empezó a dividirse en predios, los pimientos fueron desapareciendo uno tras otro; él quedó ahí, fuera de las propiedades, en un lugar público, él no era de nadie y era de todos, era un maipuíno más, corría el final de los años del 1800, ya era un árbol de gran envergadura, dícese que el General Baquedano y el Presidente de Chile don José Manuel Balmaceda, amarraron las cabalgaduras a su sombra, después de un largo paseo por estos llanos; como también los habitantes de los fundos de la comuna y alrededores desde hace mucho tiempo, ataban los caballos a su reconfortable sombra para servirse algo de cocaví, un vaso de agua con harina o saborear el rico mote con huesillos de doña Lala; llegó a los años del 1900 como testigo de las carretas con pipas de chicha y toneles de vino reunidas en su cercanía y muy especialmente en el monumento a los Vencedores de los Vencedores de Bailén para celebrar los Cinco de Abril y los Diociocho de Septiembre; más adelante se convirtió en el lugar ideal de reunión para compartir la pílsener fresquita, la copa de helado o el humeante café.
Este árbol con la historia de la comuna y la nación en su estructura, cayó en desgracia, para las autoridades pasadas valía más un segundo piso de un edificio comercial y la invasión de lugares públicos, que su verde e imponente figura, primero cercenaron sus robustos brazos, después construyeron las murallas carcelarias alrededor de su centenaria estampa.
Hoy ha perdido la belleza de sus hojas en las ramas que sobresalen del edificio que le aprisiona, su corteza se ha vestido de negro en señal de tristeza, ha perdido su color natural; ya no anidan entre su follaje las diucas y los zorzales como antaño, ni los tiuques se posan para volverse a elevar anunciando la lluvia creadora.
Ciudadanos de la heroica comuna ¿seremos capaces o serán capaces las autoridades actuales de rescatar a nuestro árbol histórico, prisionero de mc Donald’s?
Dos mil diez, año del Bicentenario y aún sigue prisionero, para que el pueblo comparta su tristeza, tras una muralla de cristal.
DISCURSO PERFECTO
por Enrique Lamas
Un amigo profesor se enfurece porque se usa como gentilicio maipucino en lugar de maipuíno que es la voz correcta. En todas partes trata de corregirlo pero el mal decir está ya instalado. No obstante con un pequeño cambio ortográfico pasaría a correcta. Porque podemos decir maipusino(ese en vez de c) ya que sino indica hado o destino .Es decir movimiento al sitio indicado,o sea vivir o morir en Maipú. También se puede arreglar lo de maipucitos (el conjunto musical de niños bastante conocido)por maipusitos, pues sito indica en nuestro idioma ubicado o situado en un lugar.
El mal decir es una carga hostigosa que llevamos alentada por la gente de la elite. Escuché al señor director del fútbol de la U.C., decir que había terminado el contrato con el entrenador por desaveNIENcias .Y ese señor fue senador ,Ministro de y Gerente del Banco del Estado.La misma falla idiomática la usaba el ex presidente Frei .Nuestro actual presidente S. Piñera ,más allá de lo ampuloso y verboso en sus expresiones se mantiene en parámetros normales ,salvo que les da vida real a personajes de ficción como a R. Crusoe. ¿qué nos falta para convertirnos en Fantasilandia?
En la actualidad me molesta el uso de la palabra tema. Antes la aplicábamos a un tema musical o a un tema o tópico de conversación .Esta palabra ahora se hizo envolvente ,como una bolsa plástica opaca que contiene tantas cosas sin que podamos precisar cuales son. La usan los señores políticos, las señoras voceras y también hacen enjuague bucal con esa palabra los comentaristas deportivos los que se refocilan con el vocablo para referirse a las pelotas a las vuvuzelas o a los maradonas ,
Solución . Después de una frase introductoria que puede ser: en relación a ,con respecto a , en cuanto a ...se puede abrir un abanico con las complementaciones como: el embrollo judicial, la contingencia política, las relaciones internacionales, el problema mapuche y mil más dirigidas a los asuntos pertinentes .
Asíse nos aclararía el Tema.
jueves, 15 de julio de 2010
en pocas palabr@s
Este año tuvimos como proyecto una revista. Por razones presupuestarias, no pudo realizarse.
Pero como el entusiasmo existe en el grupo y las ganas de comunicarse bullen en la mente de todos, hemos decidido publicar una revista en el formato de un blog, ya que no podemos desaprovechar las oportunidades que brinda internet. Nos hemos reunido para tomar acuerdos, intercambiar ideas y mostrar el resultado en este año en que Chile, como otras repúblicas de América, celebra el bicentenario de su independencia.
Esto nos lleva a registrar algunos chispazos que dejaron huellas en nuestro pasado, recordar textos, imágenes, usos y costumbres de nuestros abuelos y padres, porque todo eso forma parte de la historia de un pueblo.
Servirá principalmente esta pantalla para que las personas que conforman nuestro grupo se expresen libremente.
Esperamos sus colaboraciones, inquietudes, comentarios, ideas.
Pero como el entusiasmo existe en el grupo y las ganas de comunicarse bullen en la mente de todos, hemos decidido publicar una revista en el formato de un blog, ya que no podemos desaprovechar las oportunidades que brinda internet. Nos hemos reunido para tomar acuerdos, intercambiar ideas y mostrar el resultado en este año en que Chile, como otras repúblicas de América, celebra el bicentenario de su independencia.
Esto nos lleva a registrar algunos chispazos que dejaron huellas en nuestro pasado, recordar textos, imágenes, usos y costumbres de nuestros abuelos y padres, porque todo eso forma parte de la historia de un pueblo.
Servirá principalmente esta pantalla para que las personas que conforman nuestro grupo se expresen libremente.
Esperamos sus colaboraciones, inquietudes, comentarios, ideas.
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