La esclava
La viuda entró a la pobre casa, se quitó el abrigo cubierto de abrazos solidarios. Sus pasos resonaban en el piso, lo que la hizo caminar en puntillas. Tomó una taza de té y se acostó.
La cama era demasiado grande, sintió frío, se llenó de autocompasión y se echó a llorar.
Despertó tarde por el silencio desacostumbrado. Para conservarlo, descolgó el teléfono y se puso a trabajar. Por la tarde, contempló el nuevo espacio ganado. Sonriendo ante el espejo, sin miedo y quitándose del dedo el signo opresor, exclamó en voz alta: “Hoy vuelvo a nacer”.
Patricia Franco
Ocurrió en Chillán Viejo
Estando el ataúd en la iglesia, próximo al responso, desde el interior se escucha un golpe. Dominando el miedo, lo abren y ante la admiración y alegría general, doña Eulogia se levanta reclamando que estaba durmiendo solamente. Cuenta que en su sueño ve a doña Juanita, sentada a la vera de un camino, quejándose amargamente mientras sobaba sus pies muy hinchados.
Al escuchar esto, los familiares de la recién sepultada doña Juanita, afligidos y asustados parten al cementerio a desenterrarla. Abierto el ataúd, ven que el cuerpo estaba tal como lo dejaron, sólo que los zapatos los tenía puestos al revés.
Isidora
Collage
Salí vacío y por la calle veo caminar un par de piernas desnudas que están entre los zapatos y las caderas.
En la biblioteca me serví un sánguche de muslos sazonados con un rosal de besos rojos.
En el restorán leí un guiso de cuentos eróticos y un vaso de vino navegado por el resto del cuerpo inconcluso.
Cuando salí, un gran libro de fuego se abrió y me tragó.
Rhenán Vilas
Luz roja
Termina la larga espera, el semáforo da luz roja, hombre y mujer se miran, un beso furtivo es robado a esa boca roja, todo a su alrededor está en silencio, la luna creciente sonríe, ella también.
Ana Monroy
Al influjo de un beso
Mañana helada, ella soba la masa, él la toma de la cintura, al influjo de un beso se distraen, en la sartén chirrea el aceite, humareda…se quemó la sopaipilla.
Bruno Antonio González
De un trío lo más complejo soy yo. Tú y él, tú y ella cambian constantemente, pero el yo permanece, permanezco. A veces alguien descubre algo, se tambalea el yo, teme, se agazapa, acecha. Sin embargo nada puede alterar el yo en su naturaleza, no pueden cambiarme, sólo moverme. Pero tú… En algún momento serás ella, que mira de lejos, o que ya no mira, que renunció. Llegará un instante en que todo cambie de persona, de modo, de tiempo. Hablaremos de ti, obviaremos a él, ella, desde su yo magnífico, yo desde mi yo mirándote, tú, ella.
Germán González Ulloa
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