domingo, 29 de agosto de 2010

OTRO TIEMPO, OTRA VIDA

Julio Abel Sotomayor Campos

Suena la sirena. Cae el interruptor y las máquinas cesan su monótono rugido. Lentamente detienen su sincronizado movimiento. Los operadores abandonan los ingenios y, como de costumbre al finalizar la semana, tomaron un trago antes de volver a casa.

En el hogar, la mujer abandona el espejo para disponer la mesa mientras canta, segura que esta vez, él cumplirá su promesa.

Las horas pasan, la dulce voz languidece. Las finas manos, que hace un rato se movían firmes, temblorosas y torpes dan vuelta un vaso sobre el mantel impecable. Un ruido la lleva ansiosa hacia la ventana y al abrirla, el viento enmaraña su pelo; el vecino que va pasando la saluda.

A una hora incierta, el ruido de la puerta y de sus torpes pasos advierten a la mujer que el hombre ha llegado.

Una silla acoge al que regresa. Desde el otro lado de la mesa surge la pregunta; una lacónica y grosera respuesta preludia un silencio protector en la cocina, donde mantiene el agua hervida y lava la loza, mientras espera que él termine la copa para servir el café. Afuera, la lluvia solidaria suplanta las lágrimas extinguidas de sus ojos. Una seca tristeza lacera su garganta.

La lluvia no cesa y ella tiembla acurrucada en la cama, oyendo el rugido del viento que le hace presentir una tormenta. Temerosa e inquieta por ese presentimiento reflexiona: - Qué hará si el tiempo empeora. El viento sopla cada vez con mayor fuerza y la lluvia azota con violencia; parece que en cualquier momento traspasará el techo, inundando la casa, arrasándolo todo.

Debe tomar una decisión.

Corre desesperada por la calle anegada, la oscuridad y el caos reinante dificultan su avance. Se detiene por un segundo y mira hacia atrás. La tormenta, convertida en huracán ha destruido su casa y ahora avanza hacia donde se encuentra.

Toda la larga noche se la pasa huyendo. Ya no le quedan fuerzas para seguir y el huracán se aproxima cada vez más; en cualquier momento la atrapará en su remolino. Las piernas no le responden, extenuada física y mentalmente, siente que se va a desvanecer. En ese instante ve aparecer a Juan con sus brazos abiertos y se refugia en ellos. Luego, al volver en sí, todo ha terminado, sin embargo, Juan no está.

Beatriz despierta agitada, sus manos se extienden buscando anhelante el cuerpo que yace a su lado, sus brazos y su calor la serenan. – Aquello fue una pesadilla y pertenece a otro tiempo, Juan, es una nueva vida – piensa aliviada mirando hacia la ventana, a través de la cual se percibe un día tranquilo.


DOS MUCHACHAS


Julio Abel Sotomayor Campos

Una fría noche de mayo, caminando hacia mi auto estacionado a la salida de la biblioteca municipal, dos muchachas conversaban sentadas en un banco de la pequeña plaza ubicada frente a aquel recinto, con sus manos tomadas. Como es habitual en la comuna de Maipú, cuando se acerca el invierno, una densa neblina empezaba a cubrirlo todo. Sentí frío y apresuré mis pasos para subir luego al vehículo. Mientras encendía el motor, miré hacia el banco donde se encontraban las jóvenes, la luz de los focos apuntaba hacia ellas; sin importarles aquello, se besaban y acariciaban con sublime ternura. Lentamente retrocedí para salir hacia la calle mayor, más iluminada y di una última mirada a las mujeres que caminaban abrazadas, felices, a encontrarse en un sueño. Esa noche solo, desvelado en la cama, pensaba en aquellas muchachas; envidié su suerte.
¡Cuánta falta me haces!

No hay comentarios:

Publicar un comentario