miércoles, 29 de junio de 2011

ACONTECIMIENTOS




                                               Julio Abel Sotomayor Campos


No dejé de mirarte mientras el camión
cargando cacharros y familia,
se alejaba oscilando por la calle polvorienta.
Jugabas... tus brazos abiertos como alas,
saltando en la vereda parecías volar;
un día de otoño de mil novecientos
sesenta y seis, cuando nos mudamos.

No te he vuelto a ver, pero no te olvidé.
Convertida en un recuerdo casi cotidiano,
en cada acontecimiento
que desde entonces sobrevino,
me he preguntado dónde estabas,
qué hacías en aquel tiempo;
cómo has sobrevivido a esta historia...

El abrazo emocionado de tu padre,
la esperanza tangible en sus ojos
evidente en el alma de los trabajadores,
el amanecer del cinco de septiembre
de mil novecientos setenta,
una vida más justa comenzaba.

¿Te lastimó el frío aquella gélida noche
en el invierno del setenta y dos?
Extraño fenómeno, poco frecuente;
la nieve caía sobre Santiago
mientras, fusil y casco, vigilante,
mi deber cumplía con la patria.

Cuánto temor habrás padecido
la mañana del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres;
ocultándonos en cada esquina
de conjurados aniquilando al pueblo,
incrédulos y consternados cruzamos la ciudad
para saber de los nuestros,
anhelando el refugio del hogar.

¿Dónde encontraste amparo
para resguardar tu vida del bárbaro acoso,
aquellos días de persecución y tortura?
Por entonces, furtivo militante, 
en la barricada junto a los compañeros,
alentando la resistencia contra el tirano,
redactando proclamas olvidé la poesía.

¿A qué columna te sumaste el once de mayo
de mil novecientos ochenta y tres.
Una década de terror transcurrida?
Venciendo el temor a la muerte,
agazapada en cada rincón de la ciudad,
resurgiendo de las sombras clandestinas
nos atrevimos a dar el primer paso.
Que más daba perder la vida
si ya tanto habíamos perdido.

¡Mineros, obreros cesantes, pobladores,
mujeres, estudiantes y jóvenes sin esperanza,
a enfrentar al opresor y decir basta!

Te busqué sin hallarte;
esperaba emergieras entre la multitud,
marchando con júbilo por las alamedas
que de nuevo se abrían al paso del pueblo.
Un arco iris multicolor en una fiesta triunfal,
erigía el fulgor de la alegría
destellando en la mirada de la gente,
el cinco de octubre de mil novecientos
ochenta y ocho; un lápiz fue el instrumento.

Abrazando tu recuerdo despedí el milenio
segundo de nuestra cristiana era,
al filo de cumplir la quinta década
y casi cuatro sin verte.
Achacando a las burbujas del champán
la emoción que humedecía mis ojos, delatando
la fragilidad que adquiere el corazón
con el paso irremediable de los años.

Dos lustros transitamos ya del primer siglo.
los albores del milenio se llevaron
sin pena ni gloria al dictador
y de los miles, anónimos ejecutados sin inhumar,
de cuyas muertes fueron cómplices
los camaleones que hoy rubrican decretos,
la tenacidad de hermanos, hijos, madres...
a muchos de ellos rescató
y les han dado cristiana sepultura.

En nuestros días, los pobres han perdido la esperanza
en esos parlanchines, que a fuerza de cínica retórica
usurparon el derecho, conquistado con la sangre
de mujeres y hombres proletarios,
de escribir su propia historia.
Sin embargo, la esperanza de encontrarte
y contemplar tu risa de colmena,
tus ojos llenos de emoción mientras declamo
los poemas que te he escrito, aún está latente en mí.









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